Las calles sombrías ocultan el dolor de adolescentes arrojadas a la prostitución por la miseria, la falta de contención familiar, o por explotadores. La Organización Internacional de Trabajo (OIT) considera la explotación sexual de niños y adolescentes una forma de trabajo infantil que se debe erradicar. Se sabe que eso existe, se lo llama Explotación Sexual Comercial Infantil (ESCI), y lugares donde se realiza; pero el silencio que envuelve ese drama se rompe esporádicamente para anunciar alguna medida de corrección, eso mezclado con noticias sobre desaparición de niños, algunos casos se supone que pueden estar vinculados a la explotación sexual.
La ONU se ha ocupado del tema, en un informe indica que el tráfico de personas en Argentina de 30 casos en 2005 y 63 en 2006, llegó a 79 en 2007 (Editorial de DIARIO DE CUYO 10/03/09, p.18). Ese triste negocio llegó a 32.000 millones de dólares, en un mundo que avanza en la técnica y las comunicaciones, descuidando la reflexión necesaria para que el progreso sea digno.
La mayoría de las víctimas son mujeres, que en muchos casos se ven arrojadas a esa situación desde la infancia o adolescencia, por lo que no llegaron a descubrirse a sí mismas, ni a conocer sus verdaderas capacidades, inquietudes, posibilidades de desarrollo; no se conocen a sí mismas, solo tienen una máscara que las identifica como objeto comercializable. Es probable que se identifiquen a sí mismas como parte de un aparato comercial, destruidas en su dimensión corpórea; pero esa dimensión es inseparable del ser personal, y entonces su mismo ser personal espiritual se reconoce como despojado de su dignidad humana. El deterioro de su corporeidad se extiende a su mente y a su dimensión espiritual, y puede ser que no se reconozca valiosa para sí misma. Algunas veces no son dominadas por una organización, solas se ven arrojadas desde la miseria que amenaza la subsistencia, ese estar arrojada le significa identificarse a sí misma como emergente de esa situación, un ser humano que no puede vivir humanamente, no puede ser lo que es en su derecho y en su capacidad para vivir su verdadera identidad.
Hasta donde el silencio que envuelve ese drama puede verse sin complicidad.
Necesita volver emocional y espiritualmente a su estado anterior a esa situación, pero eso puede ser difícil, algo o alguien podría ayudar a que emocionalmente se vea en la situación previa a la esclavitud; y así se reconozca a sí misma como es, y a lo que puede volver.
Por ahora el silencio de las calles sombrías sigue tapando el lamento silencioso de voces que no pueden hablar. El ritmo agitado de la sociedad moderna no lo escucha, la presencia constante del dolor llega a la saturación que ya no escucha. Cómo explicar de otra manera el silencio ante el dolor de una familia a la que se secuestró un niño, y mantiene esa ausencia, unos días en la prensa, después en el silencio y en la tristeza por no saber su destino, una posibilidad de ese destino es la explotación sexual; o a la que se le arrancó una adolescente con una promesa de trabajo bien remunerado, y se la llevó a centros de esclavitud sexual.
La concientización ya es una prevención importante, pero teniendo en cuenta que hay familias marginadas con poco acceso a la información. Una oferta falsa de trabajo fácil bien pagado, en lugar distante, incluso en otro país, puede engañar a una familia que no cubre sus necesidades básicas.
La no indiferencia es otro factor importante, pensar en la prevención, pero también en las formas posibles de recuperación. Es importante enseñar o ayudar a valorar lo que la persona es, no en qué se ha convertido cuando ha sido arrebatada de su verdadera identidad. La contención familiar se debe fortalecer, en tiempos difíciles como hoy la carencia de recursos materiales mínimos es grave, pero también la crisis de pensamiento que puede afectar la función de la familia.
