A sus últimos días los pasó revolviendo recuerdos. Una y otra vez iba a los estantes donde guardaba los testimonios de sus glorias, de sus récords, de sus victorias. Apenas podía sostener fotos y papeles con un mal de Parkinson que le estaba ganando definitivamente la batalla. Y su salud, en absoluto declive, seguía sin dar tregua. Hasta que, hace unos días, Roberto Correa, famoso por su mote de Bailarín de la Vida, cerró los ojos y dejó en los suelos cauceteros la huella de sus bailes infinitos.
Sus familiares lloraron la muerte de Correa el 25 de septiembre pasado. Por el oficio fúnebre pasaron cientos de personas que habían admirado al bailarín, tanto los contemporáneos de sus épocas doradas como sus alumnos de danzas, a quienes él había decidido no abandonar aún cuando su cuerpo le gritaba basta.
El Bailarín de la Vida se había ganado ese título por haber batido tres récord nacionales de bailar varias horas sin parar, en una oportunidad incluso rozando las 20 horas seguidas. Siempre con las danzas nativas como estandarte, estuvo en cuanto evento gaucho se organizaba y no se perdía ninguna festividad importante en la Difunta Correa, de quien era tan creyente que hasta a una hija suya bautizó como Deolinda Correa, igual que la mujer venerada por el mito popular.
La trayectoria de Correa, quien en realidad había sido boxeador y empezó a bailar recién después de los 40 años, cuando aún tenía un estado físico privilegiado, lo llevó a conseguir varios títulos. Se quedó con el récord de más de 15 horas bailando en el Festival de Permanencia y Calidad de Danzas Folclóricas Argentinas, en 1997. Al segundo récord lo obtuvo ese mismo año, y al tercero, en 2001. Para entonces, ya ostentaba el título oficial municipal de Embajador de las Danzas Folclóricas de Caucete. Y su fama crecía baile a baile, sin que Correa depusiera un milímetro de su actitud humilde y de docencia con los más jóvenes.
El último reconocimiento oficial que recibió fue la distinción de Ciudadano Ilustre que le otorgó el Concejo Deliberante caucetero, en noviembre del año pasado, cuando tenía 62 años. Y en diciembre, fue una de las personalidades sanjuaninas que aparecieron en la tradicional foto de fin de año de DIARIO DE CUYO, un espacio reservado para aquellos que siempre dieron un paso más allá de la mayoría.
