"Quien ha escuchado alguna vez la voz de las montañas, nunca la podrá olvidar”, dice un antiguo proverbio tibetano. Las poblaciones que viven en las montañas guardan una gran riqueza de conocimientos usados a lo largo de los tiempos para gestionar y mejorar la vida en esos espacios, en gran medida ecosistemas frágiles que merecen el cuidado de todos.

Los agricultores de las sierras, macizos, montes o serranías son conscientes de que las montañas constituyen el origen de seis de los veinte cultivos de alimentos más importantes: "papas, tomates, manzanas, maíz, cebada y sorgo”. 

San Juan es tierra de montañeses si recordamos que el 97% de su territorio es desierto y montaña, y solo el 3% es el valle artificial. El Consejo de Patrimonio Cultural y Natural de San Juan trató más de una vez desde su creación en 2002 los aspectos culturales y sitios en conservación y protección entre nuestras montañas, comprobándose por testimonios recogidos que los habitantes de montañas poseen "un conocimiento cultural único y valioso”. Y en el mundo son casi 1.000 millones las personas que viven en zonas montañosas.

Escritores y poetas locales desde finales del siglo XIX han hablado del "ser montañés” local, citando la historia de montañistas con testimonios literarios y artísticos, demostrando la existencia hasta de un mundo romántico de la montaña. Y los deportes serranos, tan comunes entre nosotros, contribuyen a hacer más amplia y atractiva las vivencias en nuestra cordillera o precordillera. Hablamos del alpinismo, senderismo, esquí, running, trekking, escalada y hasta el ciclismo, las excursiones a caballo y la espeleología (ciencia que estudia la naturaleza, el origen y formación de las cavernas y su fauna y flora). En esos escenarios montañeses, todas estas disciplinas se convierten la mayoría de las veces en una de las mejores escuelas para desarrollar valores como la solidaridad, el trabajo en equipo y competencias como el liderazgo, la gestión de proyectos o la capacidad organizativa a esas alturas y a grandes distancias de los centros poblacionales. Y cuando los antecedentes hablan de que la montaña convoca entre el 15 y el 20 % del turismo mundial, todo lo anterior agiganta este mundo único, teniendo siempre en cuenta que toda actividad sobre las montañas debe generarse bajo principios de subsistencia para la conservación del paisaje y la diversidad biológica, a fin de que no afecte el patrimonio natural y cultural.

Así las cosas, si el mundo careciera de cerros, montes o montañas, estaríamos mucho más indefensos ante eventos naturales extremos, más aún cuando se sabe que el 25% de la biodiversidad terrestre se encuentra en las montañas y sin estas no existirían miles de especies de plantas. Por todo ello, la responsabilidad de cuidar los espacios montañeses es de todos. Un ejemplo para no olvidar lo protagonizan comerciantes y empresarios de Barreal que cada tanto dedican fines de semana a barrer los principales cerros, porque todavía hay turistas que no se comportan correctamente cada vez que disfrutan de esas alturas y de tan bellos paisajes.