Decía el célebre historiador Eric Hobsbawm, que la destrucción del pasado es uno de los fenómenos más característicos y extraños de esta época, donde la juventud crece "en una suerte de presente permanente, sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven". Mantener "vivo" ese pasado que forjó el presente y se proyecta al futuro no incumbe solamente a los historiadores, es también, como sabemos, competencia de las autoridades o instituciones específicas dentro de un área de gobierno.

Ellas deben velar por todo aquello que hace al mantenimiento o preservación del patrimonio tangible o intangible, que hace posible conservar tanto relictos materiales, como manifestaciones ideáticas o culturales. Por suerte en San Juan existen leyes sobre este tema, que lamentablemente a veces no se implementan totalmente. También hay un conjunto de especialistas en el tema, con sobrados conocimientos y experiencia.

Viene esta suerte de prolegómeno, en relación con la desacertada idea de destruir nada menos que el Templo de San José, situado en Jáchal, iglesia que forma parte de ese significativo devenir histórico no sólo de los jachalleros, sino de todos los sanjuaninos, e incluso de la historia nacional o internacional por sus vinculaciones con Chile y el antiguo Alto Perú, hoy Bolivia. En relación a su nacimiento, expresa la Dra. Teresa Michieli, en su obra "La fundación de villas en San Juan (siglo XVIII)", que: "Para fines del siglo XVII existía allí un caserío de no más de ocho núcleos habitacionales. Por esa razón se había colocado una capilla y una cofradía dedicada a San José, para cuya fiesta (19 de marzo) se celebraba misa cantada con la asistencia anual del cura y vicario de la ciudad de San Juan o un ayudante…".

De ahí en más, podemos decir que la historia tuvo en cierta manera, su epicentro en aquella zona. Muchos sucesos relevantes "pasaron" o estuvieron vinculados por este centro devocional. El actual templo fue edificado e inaugurado (sin quebrarse la continuidad histórica-cultural) el 8 de septiembre 1878, destruyéndose parcialmente el techo de su nave central cuando sucedió el sismo de 1944. Anteriormente otro terremoto (el de 1894) deterioró la fachada, pero felizmente fue reconstruida hacia 1900.

Casi un siglo después, en 1969, se le otorga el nombre o título de "Santuario Arquidiocesano", declarándose finalmente en 1978 "Monumento Histórico Nacional". Dice el historiador jachallero Rocier Bravo, en relación a esta construcción: "Esta importante obra de estilo romántico constituyó indudablemente un gran aporte para el adelanto edilicio de la modesta villa…". Es indudable el valor arquitectónico que posee, junto a la valiosa y antigua imaginería religiosa que ostenta, símbolos sagrados que están situados en el interior del santuario, formado parte de un todo, por lo tanto se los interpreta y se los valora dentro de su contexto material.

Otro punto y esto ya ha sido dicho por varios historiadores, especialmente por Daniel "Chango" Illanes, es que el sismo del 15 de enero del 44, no sólo destruyó lo material, sino que se produjo un quiebre cultural. Por lo tanto conservar este tipo de edificaciones con sus atributos sociales-históricos en nuestra provincia tiene doble fundamento. Para terminar, creo que sí se puede conservar esta joya arquitectónica sanjuanina, utilizando diversas técnicas, que conocen los expertos. Este tipo de mantenimiento ya se ha implementado en otras provincias argentinas con notable éxito. Esperemos que así sea.