Sin ser un puerto de categoría especial, posiblemente dentro de una carrera de categoría UCI, sólo se lo catalogue de “media montaña”, el cordón del Villicum sirvió para que el público saliera a la ruta y se acercara hasta las tribunas naturales de sus laderas para ver ese espectáculo aparte que es el enjambre multicolor estirándose como chicle porque los rodadores más fuertes buscan seleccionar al grupo aprovechando el terreno escarpado. Emociona verlos “sufrir” subiendo, cómo pone la piel de gallina observarlos bajar hechos una “bolita” sobre los cuadros sin pedalear para aprovechar mejor la aerodinamia y, apoyados en las finas superficies de los tubos desarrollar velocidades que oscilan entre los 90 o 100 kilómetros horarios. La montaña tiene un atractivo especial y la gente lo disfruta con marcado entusiasmo.
