El 25 de junio de 2009, Michael Jackson sufrió un paro respiratorio en su casa de Los Angeles. El cuadro no pudo ser revertido por los médicos del Hospital de la Universidad de California, donde falleció el mismo día a los 50 años. En medio de una ola de rumores y polémicas sobre las posibles causas de la muerte del músico -que en 1993 hizo tres River en Argentina-, los médicos del Instituto Forense de Los Ángeles aseguraron que fue provocada por una intoxicación con medicamentos, especialmente Propofol, potente anestésico de uso hospitalario suministrado por Conrad Murray, quien era su médico personal y principal sospechoso. Acusado formalmente de homicidio involuntario, Murray irá a la justicia el próximo 23 de agosto. Ese día comienza la audiencia preliminar en la que escuchará los cargos de los que se le acusa, y que podría alargarse una semana. Entonces el juez decidirá si debe ir a juicio, una decisión que se ha venido retrasando durante meses.

El 14 de junio, el juez Michael Pastor, de la Corte Superior de Los Ángeles, dictaminó que Murray seguiría ejerciendo por ahora su profesión en California, a pesar de la petición de la acusación de inhabilitarlo hasta que se resolvieran los cargos en su contra. Pastor aclaró que esa decisión ya había sido tomada en febrero por su colega Keith Schwartz, quien además restringió a Murray su poder para recetar calmantes o anestésicos, y que él no podía modificar esa resolución. Eso sí, la situación podría cambiar una vez comience la vista preliminar. Mientras tanto, Latoya Jackson sigue convencida de que su hermano fue asesinado por dinero. “Valía más muerto que vivo”, insiste.