Al concluir la reunión de la Comisión Permanente del Episcopado Argentino, los obispos emitieron un breve texto titulado "Fortalecer la amistad social". Afirman que el mayor desafío social que se avecina es el crecimiento de la pobreza como consecuencia de la crisis económica global, reiterando a su vez, lo que la Iglesia no parece cansarse de repetir: que el camino por recorrer es el diálogo y la búsqueda de consensos.

Los prelados piden evitar las actitudes que nos enfrenten y dividan, y que generan un clima de confrontación propicio a la violencia. La Iglesia también había advertido, un día antes de publicar el mensaje, respecto a los resentimientos que parecieran ser de difícil superación. En tiempos de crisis, es más que necesario ahondar el encuentro social y abandonar la política del rencor que no beneficia a nadie y se contrapone a la búsqueda del bien común. Éste debiera ser el interés de toda sociedad democrática que busca consolidarse en libertad y tolerancia, con actitudes que demuestren la primacía de la magnanimidad por sobre los egoísmos de grupos o partidos, buscando consensos serios y eficaces a través del diálogo maduro.

Ante este pedido, el Gobierno reaccionó con descalificaciones hacia el interior de la Iglesia y arrojando la culpa al campo, de algunos incidentes al borde de las rutas. La declaración de los obispos, expresa una actitud de responsabilidad y coherencia con el pronunciamiento de noviembre de 2008, en el que propuso como meta para el Bicentenario la erradicación de la pobreza. La medición del Indec señaló un descenso en el número de pobres, una novedad que sólo pueden imaginar los funcionarios de ese organismo. Basta salir a la calle para comprobar que el número de pobres aumenta.

El jefe de la Iglesia en Argentina, el cardenal Jorge Bergoglio, señaló hace poco en Roma, ante el propio Benedicto XVI, el "escándalo de la pobreza y de la exclusión social" en el país. Pobreza, inseguridad y conflicto sistemático con el campo, no son elementos inocuos, sino provocadores, en medio de un escenario cargado de tensión por la confrontación y la violencia verbal. El episcopado también evitó caer en reduccionismos y valorar como un don la pluralidad de miradas sobre la cuestión social y política.

Sólo los prejuicios o la pasión por cultivar una dialéctica tan simplificadora como distorsiva, pueden imaginar que una convocatoria a fortalecer la amistad social y las instituciones, no ayude a evitar los enfrentamientos y ahondar el valor de la paz.