Buenos Aires.- Neymar se desarma a un metro del área chica. Sus compañeros se van desplomando a lo largo y a lo ancho del campo de juego. El Maracaná se transforma en una olla a presión. Pero que ya se destapó. Todos lloran. Mirar hacia al banco de suplentes es encontrar ojos rojos, abrazos. Las emociones se multiplican. Tras empatar 1-1 en 120 minutos, Brasil venció a Alemania por penales (5-4) y consiguió la medalla de oro en fútbol masculino. El título que le faltaba. Para el que se preparó y para el que apostó por Neymar. Sin el capitán en la Copa América, el objetivo era estar en lo más alto del podio en Río 2016. Y la apuesta tuvo su premio.
Brasil vivió dos semanas en una montaña rusa. Neymar pasó de criticado a amado. Ya no se escucha el ‘Marta’ como grito de guerra. Ahora son todos gestos de admiración. Un proceso similar fue el que acompañó al resto del equipo. Después de los empates sin goles ante Sudáfrica e Irak, la goleada a Dinamarca despertó al plantel. Colombia y Honduras fueron testigos de un nuevo orden. Con ‘Ney’ como lanzador, Luan, Jesus y Gabriel Barbosa (‘Gabigol’) se transformaron en sus aliados. Y al poder ofensivo le sumaron seguridad en defensa: el tanto de Maximilian Meyer a los 59 minutos fue el primer y único gol que recibió Weverton en el torneo. Un Weverton que llegó sobre la hora, por la lesión de Fernando Prass, y pasó de rueda de auxilio a héroe. Jamás olvidará el penal que le atajó a Nils Petersen.
La medalla cobra más valor que su peso en oro. Brasil necesitaba sacarse la espina de la última Copa del Mundo. Y Alemania aparecía como la pequeña revancha. El rival perfecto para empezar a escribir una nueva historia, para dejar atrás el 7-1 del 8 de julio de 2014 y sentar las bases de una nueva selección. Si ese 7-1 hundió a Brasil en un caos futbolístico y de identidad, la final olímpica parece ser parte de la resurrección.
Fuente: La Nación
