Era tan esperada la definición que todo el mundo se quedó con las ganas más sentidas de los últimos tiempos. Era tan esperado el Boca-River que asimilar que un par de imbéciles dejaron con las ganas a medio mundo futbolero, es misión casi imposible. Pero hubo algo de fútbol, apenas 45 minutos en los que la mejor imagen quedó del lado de River Plate que supo plantear y ejecutar su plan de partido a la perfección, sustentado en el trajinar generoso de Sánchez, Kranevitter y en especial, Leo Ponzio. Con eso, el equipo de Gallardo logró controlar la esperada presión de un Boca al que decididamente lo armó mal de entrada Rodolfo Arruabarrena. Porque nunca tuvo fútbol, creación, inventiva para romper el cerco que planteó Gallardo inteligentemente.
El primer tiempo no dejó prácticamente nada. Uno no quiso (River), porque destinó todas sus posibilidades a defenderse con actitud y entrega, dejando de lado sus aspiraciones ofensivas. Y el otro no pudo (Boca), porque cayó en la telaraña que le propuso su rival y careció de ideas en el juego asociado para preocupar a la defensa de River. Por ende, todo eso incidió para que saliera un partido gris, en la completa medianía y con escasísimas chances sobre los arcos. Se podría decir que a esa primera parte la dominó River. Por su trabajo. Por su estrategia. No por tener más la pelota que Boca sino por recuperarla de inmediato y dominar los tiempos del juego.
Boca, sin Lodeiro como plan B para hacer jugar si Gago no podía, terminó tirando pelotazos para Pavón o para Osvaldo, que sin abastecimiento, decidió tirarse atrás para armar su propio juego. En situaciones de peligro, los dos quedaron más que parejos porque Driussi tuvo la primera de media vuelta y el propio Osvaldo probó a Barovero tras una pared con Pavón. Eso y nada más para este primer tiempo que anunciaba un complemento electrizante que nunca fue.
Esta revancha volvió a salir picante. Y, encima, más picante todavía cuando iba a largar el complemento. Es que nadie se contuvo a la hora de poner pierna fuerte en el juego y por eso el árbitro terminó amonestando a cinco jugadores (4 de Boca y 1 de River) con razón. Y en cuanto a lo de "más picante" la acción fue toda una vergüenza. Lamentable. No hubo definición. Boca-River quedó en veremos por la imbecilidad de unos pocos que pudieron más que todos los que amamos el fútbol.
