Abrieron un hueco en el techo, al estilo boquetero. Se descolgaron y caminaron por arriba de una viga, cual equilibristas para burlar así los censores de seguridad. Y como si se tratara obreros metalúrgicos, cortaron la puerta de acero de una caja de fuerte. De esa forma entraron a la sucursal del supermercado Atomo de Santa Lucía en horas de la madrugada y se llevaron 20.000 pesos y unas pocas mercaderías. Tan prolija y calculada fue la maniobra de los ladrones, que nunca sonó la alarma, nadie escuchó ruidos y recién descubrieron el golpe ayer de mañana cuando abrieron el negocio.
“Evidentemente es gente que conocía el sistema de seguridad y el movimiento en el negocio”, especuló Luis González, supervisor de la cadena de supermercados. Sucede que los ladrones treparon al techo del Atomo de avenida Libertador al 2290 Este, casi Colón, y cortaron la chapa para abrir un hueco en forma de cuadrado a más de 6 metros de altura. Parece que nada fue casual, porque desde ese boquete descendieron a través de una columna y llegaron a una viga -que pasa por arriba de la línea de cajas-, por la cual se desplazaron para no ser detectados por los censores de la alarma, según describió la Policía.
Por esa misma viga metálica llegaron al sector Oeste del salón y bajaron donde está el mostrador del encargado y la caja fuerte. Ahí trabajaron con una amoladora y otras herramientas, y cortaron la chapa de acero, justo en la cerradura. Para que no los vieran desde la calle (el frente es de vidrio), aparentemente colocaron un plástico negro en un costado. Una vez que abrieron la caja fuerte, rompieron otra caja metálica en el interior en la cual guardaban 20.000 pesos. González comentó que esa plata era la recaudación del lunes.
Los desconocidos sólo sacaron el dinero de la caja fuerte. De otro lugar manotearon unos blister con pilas, pastas dentales y whiskys, pero no eran muchas cosas, explicaron. Para huir, supuestamente hicieron el mismo camino: subieron a la viga, caminaron hasta una columna y salieron por ese hueco en el techo.
González dijo que “resulta raro que nadie haya visto luces o movimientos dentro del salón, o que los vecinos no escucharan los ruidos”.
