La Terminal de Ómnibus de Capital estaba en penumbras; las boleterías, cerradas; en la Oficina de Informes no sabían qué informar; y en los bancos se veía gente con caras largas y bolsos amontonados. Mientras tanto, algunos encargados de vender boletos daban vueltas por el hall y en el portón de ingreso a la estación, los miembros de la Unión de Tranviarios Automotor (UTA) jugaban al truco sobre mesones. Las situaciones eran diferentes, pero a todos los que estaban en la estación los unía una sensación: la incertidumbre de no saber cuándo volverían los colectivos a los andenes.
Ante la imposibilidad de tomar una medida y la bronca contenida ayer, mientras se cumplía el quinto día de paro de los colectivos de larga distancia, mucha de la gente que quedó varada en la provincia decidió pasar el día sentada en la terminal con la intención de enterarse del levantamiento de la medida de fuerza apenas sucediera.
Ese era el objetivo, por ejemplo, de Graciela Luna. La mujer, que esperaba regresar a su casa en Buenos Aires, estaba en Jáchal, pero decidió venir a la ciudad para sentirse más cerca de su destino. “El viernes falleció mi mamá. Como había paro decidimos venirnos en avión, tenía que llegar acá sí o sí. Creíamos que íbamos a poder volver en micro, no pensamos que esto iba a durar tanto”, contó la mujer que estaba junto a su hijo y su marido. Y agregó que “estamos sacando cuentas para ver si podemos volvernos en avión. El problema es que vamos a tener que pagar los pasajes con la tarjeta, pero tenemos no nos queda otra, mi marido tiene que trabajar y mi hijo, volver a la escuela”.
En el banco de al lado estaba Domingo Castro, con el pasaje arrugado en las manos. “Tendría que haber viajado a Buenos Aires el jueves a las 16 y todavía estoy acá. Yo soy sanjuanino, pero hacía 50 años que no venía a ver a mis familiares. Me puedo quedar en sus casas, pero estoy desesperado por viajar porque estoy medicado (tengo psicosis agresiva), solamente me quedan 3 pastillas y necesito la receta de mi médico”, contó el hombre. Y dijo que “esto no puede ser, yo pagué mi pasaje y tengo el derecho de viajar”.
Mientras, el canillita de la terminal, que caminaba de un lado a otro sin tener a quién vender los ejemplares, pasaba por al lado de una pareja de franceses que ya no sabía qué hacer con sus mochilas. “Estamos acá por trabajo y decidimos salir a conocer el país. Ahora queremos ir a Córdoba, pero no podemos”, contó Marie, en un castellano atravesado. Y Nancy Zonfagharian, que también esperaba viajar a Córdoba comentó que “lo que más molesta es que nadie sabe decirnos qué va a pasar. Yo sé que esta gente tiene derecho a hacer huelga, pero nosotros tenemos derecho a viajar, ya pagamos nuestros pasajes”.
Las historias se repetían una tras otra, mientras, como los micros, todo parecía detenido en la terminal. El restaurante, por ejemplo, estaba casi vacío. “No entra nadie, tuvimos que reducir el personal, de las 8 personas que trabajamos sólo quedamos 4”, contó Claudia Castro, la encargada.
Al otro lado de la terminal, estaba gran parte de los miembros de UTA San Juan. También esperaban tener noticias sobre el tema. Y, mientras controlaban que ningún micro ingresara a la estación mataban el tiempo jugando al truco y tomando mates. “Estamos esperando que nos avisen el resultado de la reunión que se está haciendo en Buenos Aires con el Gobierno. Algunos pasajeros se han acercado a preguntarnos, pero estamos como ellos, no sabemos qué va a pasar”, aseguró Héctor Maldonado, secretario general del gremio.
