Desde el inicio de la nueva etapa institucional, tanto en esferas del Gobierno nacional como en el ámbito universitario se ha planteado un debate vinculado a cómo debe ser la enseñanza universitaria. De un tiempo a esta parte, desde el mundo laboral se dice que las universidades no están enseñando lo que las empresas necesitan. Ante esta afirmación, se puede concluir en que a menudo en cuestiones tecnológicas, las universidades imparten conocimientos que no son suficientes para desarrollar el mercado laboral, pero que pueden servir como base o punto de partida de lo que realmente están requiriendo las empresas.

Un problema que se presenta a la hora de determinar los contenidos de la enseñanza universitaria, gira en relación a que la oferta laboral tecnológica va cambiando y evolucionando a una velocidad difícil de alcanzar. Ante esta situación, los responsables del planeamiento educativo se preguntan si es conveniente que las universidades adapten sus modelos educativos a ese vertiginoso cambio que se experimenta en forma permanente, o si deben centrar sus objetivos en proporcionar a los alumnos conocimientos neutrales que sirvan como punto de partida para, más tarde, adaptarse a lo que el mercado laboral acabará exigiendo en realidad.

Las dos alternativas tienen puntos a favor y en contra y deberían dar lugar a un cuidadoso análisis de la realidad del país y la capacidad que tienen actualmente las universidades para implementar el modelo más conveniente.

De la decisión que se tome, finalmente surgirá el perfil de enseñanza universitaria que se adoptará en el futuro próximo y que implicará el grado de participación que la enseñanza superior tendrá en esta nueva etapa.