La muerte es siempre un desgarro, y éste es aún más grande cuando quien fallece es un hombre que ejerció un gran poder. Desde esta perspectiva, la desaparición del ex presidente producirá efectos muy importantes. Históricamente siempre esto ha sido así aunque nunca haya dos casos iguales; a veces los trastornos son menores porque la muerte del dirigente se intuye, existen mecanismos claros para su reemplazo y el suceso ocurre cuando la situación política no es, en exceso, complicada. Fue lo que se produjo cuando falleció Franklin Roosevelt que, por cuarta vez en forma consecutiva, ejercía la presidencia de los Estados Unidos. Ocurrió en abril de 1945 cuando su país prácticamente había ganado la Segunda Guerra Mundial, fue reemplazado por el vicepresidente Harry Truman quien, sin grandes traumas, asumió el poder y concluyó victoriosamente el mayor conflicto bélico del siglo XX.
Un poco antes en nuestro país se había producido una situación similar, pues en junio de 1942 el presidente Roberto Ortiz había renunciado al cargo de presidente de los argentinos debido a que estaba enfermo y completamente ciego, asumió el cargo el vicepresidente, el catamarqueño Ramón Castillo, quien no pudo librarse de las acusaciones que sostenían que las elecciones que les permitieron llegar a ocupar tan altos cargos públicos habían sido totalmente fraudulentas.
Muy diferente fue la situación que se planteó cuando el primero de julio de 1974 murió el presidente Juan Domingo Perón. Lo sucedió en el cargo su mujer "Isabelita", cuyas aptitudes para ejercer la presidencia no eran las mejores. Su elección en la fórmula se debió a que representaba la mejor opción frente a la izquierda y la derecha peronistas que se enfrentaban duramente. Cualquier otra elección para integrar la fórmula que no hubiese sido su mujer, se habría interpretado como a favor de un grupo y en contra del otro y los enfrentamientos habrían sido aún mayores.
Néstor Kirchner ha sido un hombre de las más altas instancias del poder, pues fue presidente, y estaba en una buena línea de partida para ser candidato nuevamente, aunque su principal característica es haber sido parte de una pareja política del poder. Parejas políticas ha habido muchas, baste recordar a Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los célebres Reyes Católicos, y se decía en su época que "tanto cabalgaba Fernando como Isabel", expresión por demás clara para señalar que ambos gobernaban. Néstor y Cristina han constituido una pareja política, cuyo poder ha sido producto del voto popular y no de un mandato divino como se creía con los Reyes Católicos. Cada elección en la que participaron, y generalmente ganaron, lo hicieron ayudándose mutuamente, y en el ejercicio de las administraciones que desempeñaron, la política llevada tuvo siempre en cuenta los intereses y necesidades del otro. Han constituido siempre una pareja política con equilibrio de poder entre ambos, a más de profesarse sinceros sentimientos que les permitieron construir un hogar y una familia como muchos otros.
