Señor director: 
Hoy, 1 de noviembres se conmemora una fecha especial para todos los creyentes, el "Día de todos los Santos”. Mientras que mañana, 2 de noviembre se recuerda a los "fieles difuntos”, también denominada popularmente como "Día de los Muertos’, o "Día de los difuntos”, o "Día de las ánimas”. Esta última recordación, se lleva a cabo el 2 de noviembre, que es un complemento de la jornada anterior dedicada a los santos. 

En la jornada del 2 de noviembre, el objetivo es orar por aquellos fieles que ha acabado sus vidas terrenales y, especialmente, por aquellos que se encuentran aún en el "Purgatorio”. 

Para la Iglesia Católica, se trata de una conmemoración, un recuerdo que la Iglesia hace en favor de todos los que han muerto a este mundo (fieles difuntos). Pero aún no pueden gozar de la presencia de Dios, porque están purificando, en el Purgatorio, los efectos que ocasionaron sus pecados. 

Los días 1 y 2 de noviembre solían ser feriado nacional hasta que el último gobierno militar (1976 – 1983) los anuló. Pasado el tiempo, esta conmemoración fue perdiendo parte de sus ritos y costumbres. Antes, en épocas de mis abuelas, en la década de 1940, el día 2 de noviembre era un día muy importante y dependía de nosotros que nuestros muertos, salieran o dejaran el Purgatorio para llegar al lado de Dios, o que fuera al cielo. Nuestros rezos eran escuchados por Dios y esa alma era perdonada. 

Era muy común que en los cementerios la gente o familiares pasaran gran parte del día junto a la tumba del difunto. En este acompañamiento se "homenajeaba” al ser querido con rezos, oraciones y lo que el difunto en vida solía gustar: cigarrillos, panecillos, algún libro, estampas con su santo de más devoción, y sobre todo, Rosario en mano, orar por su alma pidiendo a Dios para que saliera del Purgatorio. 

Recuerdo que mi abuela materna, para ese día confeccionaba las palmas, los ramos, las cruces, o simplemente una flor, flores de papel para luego venderlas, todo por encargo. Los claveles, las rosas, las margaritas entre otras, llegaban a varios cementerios o campos santos, sobre todo de la Capital y Caucete (fotos de 1948 de José Mazuelos).  

Los colores de las flores eran elegidas de acuerdo a que difunto eran colocadas, los niños, para "los angelitos”, como se decía siempre de color blanco. Visitando el cementerio de Caucete, mi abuela y mi madre, siempre llevaban ramos de flores o coronitas, para colocárselas a las cruces en donde descansaba un muerto y que por la apariencia, nunca era visitado. Eran tumbas en el suelo que hasta el nombre había desaparecido. Entonces ellas colocaban una flor y rezaban una oración para pedir por ellos, siempre escuche; "por las benditas ánimas del Purgatorio”. 

Era muy común ver en distintas tumbas a familiares mateando sentados en sillas de madera y totora de patas cortas y al pie de la tumba encontrar algunas pertenencias del difunto, desde un atado de cigarrillos, a un rosario o un libro, que junto a unas velas le hacían compañías para su paso al cielo. 

Se les decía, "almas en pena” que necesitaban de la oración y compañía, para sacarlas del Purgatorio. Una tradición, una costumbre de miles de años, que cada día va perdiendo fe y fuerza.