¿Por qué las relaciones entre madre e hija son a veces tan complicadas? Alguien que no quiere identificarse pero escucha la pregunta, responde sin vacilar: "Las dos son mujeres ¿qué quieres?"
La relación entre madres e hijas constituye la madre de todas las relaciones porque es una de las más apasionadas y viscerales en la vida de las mujeres, aquella por la cual se puede experimentar desde el amor más profundo a la más profunda de las rabias, e incluso el mayor de los odios.
Si bien madre e hija tienen la misma conversación, la interpretación suele ser totalmente diferente porque son relaciones en donde el "poder" y la "distancia" se negocian continuamente.
El vínculo entre ellas está muy cargado emocionalmente, dado que combina una intensa conexión con una implacable lucha por el poder, sobre todo a partir de la adolescencia.
Cuando se habla socialmente entre mujeres amigas, de la relación entre madre e hija, surgen algunas cuestiones comunes. Este vínculo es abordado como problemático, difícil e intenso ¿Mito o realidad?
La licenciada María Inés Stanziola, a quien consultamos en el abordaje de este tema afirma: "Podemos criar a nuestros hijos/hijas cometiendo mayor o menor cantidad de errores, pero hagamos lo que hagamos, no evitaremos pasar por algunas crisis evolutivas normales, entre ellas la crisis famosa
Las crisis evolutivas normales muestran que las reglas con las que nos manejamos hasta ese momento, han dejado de funcionar y la resolución de la crisis dependerá de lograr generar nuevas reglas de relación, adecuadas para la edad evolutiva de nuestros hijos/hijas.
Si miramos especialmente las relaciones madre – hija durante esta etapa, y nos proponemos hacerlo librándonos de prejuicios y mitos, deberemos tener en cuenta el contexto, la complejidad del mundo actual, y también qué características personales tienen nuestras hijas y con qué emociones, ideas, valores y acciones intentamos educarlas.
+Madres e hijas durante esta etapa están en proceso de reestructurar su relación, no de salirse de ella, y para lograrlo deberán encontrar la forma de reconocer lo que tienen de igual, y también aceptar lo que las diferencian. La hija busca afirmación en el reflejo de su madre. Desafía a la madre para tener firmeza de carácter y autodeterminación. La madre busca la convalidación de su éxito como madre especialmente por parte de su hija, quien compartirá su experiencia de vida (dar a luz, criar a los hijos, dar cariño y protección a la familia)+Marianne Walters (1991).
Los desafíos de las hijas adolescentes pueden ser afrontados de diversas maneras por las madres. De las respuestas maternas dependerá, en gran medida, que los conflictos normales se transformen en problemas o terminen siendo los pasos necesarios para que nuestras hijas lleguen a ser adultas sanas, autónomas y con capacidad de establecer relaciones de afectivas que les proporcionen felicidad.
Les propongo reflexionar, con un toquecito de humor, las cosas que solemos hacer las madres cuando nos sentimos desafiadas por las conductas de nuestras hijas, generando más problemas:
En este mundo complejo en el que vivimos, necesitamos comprender mejor a nuestras hijas, no asustarnos tanto y mantener la cabeza pensante y el corazón dispuesto en medio de las dificultades y desafíos. Es necesario aprender qué es mejor hacer, y para eso puede ser recomendable recurrir a bibliografía especializada y profesionales formados. No siempre basta con el instinto o las fórmulas aplicadas por nuestros padres. Esta época es diferente, y nuestras hijas son personas únicas.
– Dar muestras de aceptación, aprobación y afecto, saber esperar. Cuando hay amor, esta etapa termina bien.
– Mostrar habilidades de resolución de conflictos, búsqueda de alternativas y desarrollo de la autonomía.
– Realizar una adecuada supervisión parental, firme y prudente, favoreciendo que la hija explore, tome decisiones y asuma responsabilidades.
– Mantener, en lo posible, la coherencia en nuestras vidas.
– Reconocer y estimular los recursos, los valores, las buenas acciones de nuestras hijas.
– Evitar pretender que las hijas sean tal como nosotros queremos.Respetarlas y acompañarlas en sus búsquedas, descubrimientos y decisiones para la vida adulta.
– Si no nos dejamos llevar por el enojo, ¡podemos aprender mucho con nuestras hijas adolescentes!
