Dicen que la fe mueve montañas y mientras la haya no hay cosas imposibles. De cosas imposibles el patrono es San Expedito. Y un requisito básico de los pedidos realizados a la Difunta Correa es que siempre debe cumplirse la promesa. Y promesa fue lo que realizó ayer la Selección Argentina de hockey sobre patines, que comenzará a disputar el mundial de la especialidad que se desarrollará en la provincia dentro de nueve días.
El viaje que habían planeado era visitar primero a San Expedito y de regreso instalarse algunos minutos en la Difunta Correa para realizar otra promesa y regresar a Marquesado (lugar en el que concentran) para almorzar. El viaje se retrasó, y la Difunta fue visitada primero.
En ese lugar todos los jugadores prendieron velas y realizaron sus respectivas promesas. Otros, más devotos, ofrendaron botellas con agua, como parte de la visita y uno de los que más creyentes que se vio fue David Páez, quien realizó un pedido personal. El técnico también oró y se vio promesante, aunque el mayor clima lo crearía más adelante.
El recorrido siguió hasta Bermejo. Allí era el lugar principal a visitar, aunque fue corto. La iniciativa de realizar una promesa de cara al campeonato era de todos, pero de llegar hasta San Expedito fue del preparador físico, Carlos Mercado, un gran devoto del santo de las cosas imposibles, patrono de las causas justas y urgentes.
Aunque fue diferente el entusiasmo, todos mostraron su respeto.
El primero en bajar del micro fue el técnico José Martinazzo, el encargado de crear un clima de oración por unos minutos, siendo el primero en arrimarse al santo. Todos los jugadores ingresaron a la capilla, aunque no todos se mostraron tan creyentes. El mendocino Maldonado, junto a Kenan, Pablo Álvarez y Ordoñez tomaron gracia por un largo rato, mientras que otros lo hicieron en menor medida, como Páez, Velázquez y Babick. El momento de oración duró apenas unos minutos porque debían regresar para almorzar, por lo que unas velas fueron suficientes, sin lugar a una oración en conjunto.
La mayoría de los jugadores se retiraron rápido de la capilla y santuario, pero el cuerpo técnico fue el que tuvo su momento de intimidad y meditación al pie de la estatuilla de San Expedito, ofreciéndole velas.
Cada integrante ‘se guardó‘ sus pedidos. Ganar el campeonato del mundo es la suposición mayor, aunque evitar lesiones y pedir por familiares también fue una constante.
Volverán, luego de que el Mundial empiece a ser un recuerdo. Y agradecerán. Porque el sólo hecho de jugar este torneo es para hacerlo.
