Las manos, mis manos, tus manos, sus manos, esas manos, aquellas manos, vuestras manos: Desde la suavidad a la torpeza, desde el arreglo al descuido, desde la ternura al desamor, desde la frialdad al afecto, desde lo sencillo a lo exagerado, desde el rechazo a la atracción, desde la humildad a la soberbia…

Manos que toman, traen, llevan, alcanzan, reciben, ofrecen, permiten, detienen, acarician, castigan, bendicen, ultrajan, desunen, sostienen, rompen, empujan, arrancan, defienden…

Manos y manos, remolinos constantes que no cesan de moverse, giros y giros de manos "’pensantes” abarcando el todo humano, convertidas en puente articulado entre el hombre y la realidad que lo provoca. Manos laxas, o torpes, o frágiles, manos que torturan, manos impías, manos benditas, manos tenues de mujer, manos duras de hombre, manos inocentes de niño, caídas de enfermos, manos fuertes o débiles, siempre manos…

Manos blancas o manos negras, manos finas y delicadas, o rudas y hostiles, manos mansas y laboriosas, manos en las ciencias y en las artes, en la paz y en la guerra, manos en la creatividad de lo posible, y tal vez de lo imposible…,manos que sin cansancio ni tregua nos personalizan en el énfasis gestual de nuestro andar humano.

La palabra "’mano” -en la terminología castiza por lo menos- es de extenso ámbito aplicativo en el uso de nuestro lenguaje, su abarque idiomático tiene una amplia cobertura de acepciones, que la señalan como término vasto en la maleabilidad de su uso significativo.

"’Mano” tiene más de un ciento de aplicaciones variables, en especificidad de algo, en distintos encuadres idiomáticos. Veamos algunos conocidos o comunes: La mano de Dios, donde su adaptar corresponda "’intervención”; mano blanda, benignidad; mano de santo, efectividad; manos sucias, ilicitud; buena mano, acierto; a la mano, alcance; mano abierta, liberalidad; atar las manos, impedir; cargar la mano, excederse; mano en el corazón, franqueza; manos largas, atrevimiento; lavarse las manos, desentenderse; llegar a las manos, pelear; dar una mano, ayudar; tocar con la mano, inmediatez, etc., etc..

El vocablo "’mano” representa y traduce aspectos del intervenir humano en la compaginación de idea y realidad juntas.

Tan absolutamente acostumbrados estamos a mirar las manos, que hasta se ha llegado a atribuirles -en lo esencialmente femenino- una partícularidad armónica, una cierta belleza aérea de complementación en sus movimientos y presencia. Las manos masculinas revierten ese matiz femenino, y, por su carácter de varoniles, suman su presencia en el esfuerzo, en el brío, en el valor y en el empuje…

Pero lo cierto es que -en un análisis descriptivo y objetivo, y por su cierta rusticidad, si miramos una mano de hombre -con abstracción de la permanente visión acostumbrada que de ella tenemos-, nos sorprendemos con la inconfundible imagen de una garra. Mirándola por sobre su dorso, abramos la mano, extendámosla, encorvemos y crispemos los dedos, y tendremos, acentuada y casi perfecta, la traza de una garra, común en muchas especies del reino animal, al cual con ilimitada preponderancia evolutiva pertenecemos.

La evolución biológica de la mano humana, está determinada en cuanto a su principio de adaptación anatómica, pero igual debe concebirse respecto a su índole generativa de ser la herramienta más perfecta y útil que haya creado la Naturaleza, pudiendo añadirse la palabra "’universal”. Su entera condición de imprescindible le otorga esa grandiosa cualidad: Guiada por el cerebro humano, la mano es la extensión de la inteligencia hecha realidad tangible.

En el suborden de los simios (monos), las manos no cumplen igual función creativa que en el hombre, dado que la cerebralidad de aquellos trabaja condicionada al instinto, y no al discernimiento que proviene de la inteligencia cultivada. Sin las manos la humanidad jamás hubiera sido humanidad, nunca habría podido llegar a ser lo que es, ni a crear, tener, utilizar o disfrutar, todo lo que de asombroso ofrece la existencia consciente, ¡gracias a esa cosa llamada mano!

(*) Escritor.