En principio, recuerda que “el mar estaba muy tranquilo”. Horas después llegó el tsunami que conmocionó a todo Chile. Incluso a Luis Hidalgo, que trabajaba en la aduana del puerto de Viña del Mar cuando ocurrió el gran maremoto en la madrugada del 27 de febrero. ‘En el trabajo se habían equivocado al darme mis horarios y me los habían cambiado. Por eso, terminé trabajando en el turno de 14 a 23 horas del viernes 26 de febrero. La verdad es que agradezco esa equivocación, porque si no hubiese estado durante el terremoto expuesto al peligro de varios rollos de cobre (pesan entre dos a tres toneladas) que saltaban como pelotas en el puerto. Esos rollos que se caían por el sismo los habían descargado los barcos durante el día’, recuerda el joven de 26 años, hijo de una sanjuanina. Luis, que aunque nació en Chile vivió varios años en San Juan, aún recuerda que el 27 de febrero de 2010 se enteró que en su lugar de trabajo ‘los camiones de carga chocaban entre sí y un montón de grietas se abrían en la estructuras del muelle’. En diálogo con DIARIO DE CUYO, recuerda que esa noche del tsunami ‘decidimos quedarnos en casa de mi amigo y comprar algo para comer. Después comenzamos a sentir cómo la casa se movía. Al principio creíamos que era un sismo más, pero al pasar los segundos el movimiento persistía y la casa se sacudía como una caja de cartón’. Sin negar que fueron momentos de pánico, Luis recuerda que con su amigo se resguardaron ‘en un lugar seguro. Las paredes comenzaban a descascararse mientras yo pensaba en mi familia. Fueron algunos minutos, pero yo sentí eterno el temblor, no terminaba jamás. Era tan fuerte el movimiento que no podías estar parado, te tiraba al piso. Además, lo único que se escuchaba era el bramido del sismo’. Sin saber como estaba todo fuera de casa, con su amigo decidieron no salir ‘a la calle. Es que estaba el tendido eléctrico y teníamos miedo que se cayera’, acotó Luis al recordar el sismo que se sintió hasta en Argentina y cuyo epicentro fue en la región del Bío Bío, a unos 640 kilómetros de Viña del Mar. ‘Recuerdo que esa noche no puede dormir esperando las réplicas del terremoto’, comenta Luis, que actualmente vive en San Juan. ‘Afortunadamente, mis familiares en Chile estaban bien. Pero no sabía nada de mi mamá, que vive en San Juan. No la pude llamar porque ya no teníamos señal en el teléfono. Traté de comunicarme vía online, pero internet se caía a cada minuto. Más tarde se me terminó la batería de la computadora y quedé incomunicado totalmente‘, recuerda. En esos días ‘el aspecto en la gente era de paranoia. Yo iba a trabajar asustado al puerto’.
