Los tiempos son inseparables en la expresión "aquí y ahora” que sugiere desde el presente un pasado latente y un futuro inmediato. Es como percibir todos los tiempos en uno: lo que acaba de pasar lo que está sucediendo y el inmediato porvenir. El interrogante se presenta si se siente o se busca la estrecha vinculación entre la palabra y el hecho. En tanto se acepta lo que sucede en el momento, la idea del pasado está presente por la frescura del recuerdo. Es muy difícil que el más reciente los hechos pasados no deje una estela vivencial.
Además, desde el presente se percibe el futuro inmediato con un deseo benefactor, como el momento en que la ruta puede cambiar o ampliarse para convertirse en el nuevo escenario de los hechos cotidianos. Y desde el presente se unifican los caminos del pasado -aquellos que fueron de siembra y porvenir- y del futuro en el que la sorpresa puede invadir ya el derrotero de lo que está por suceder. La realidad profunda indicaría que los tres tiempos -pasado, presente y futuro- están contenidos en el "aquí y ahora” como si fuera el eje de la personalidad en busca de distintos caminos.
Ese eje penetra intensamente el laberinto de la individualidad y hace que el tiempo y el espacio se unifiquen para ampliar la visión de la persona que busca una y otra vez la comprensión de su destino. Es difícil conjeturar sobre el futuro que siempre permanece delante nuestro como la puerta que debe ser abierta y más difícil aún el presagio de lo que puede acontecer a un grupo determinado, como a una nación. Por ello el "aquí y ahora” supera las características de un modismo del lenguaje para ser entendido como un alerta, porque tiene forma y abarca el espacio temporal.
