Desde que llegó al poder, el matrimonio presidencial cambió en forma sistemática el lugar de la celebración religiosa del 25 de Mayo, que por historia y tradición debía celebrarse en la catedral metropolitana de Buenos Aires.

Con el argumento de federalizarla, y la sospecha de querer esquivar una posible homilía crítica de Bergoglio, trasladó el oficio religioso.

Néstor Kirchner estuvo por primera vez delante de Bergoglio en 25 de mayo de 2003, precisamente el día que tomó posesión del cargo y coincidió con el primado en la necesidad de “poner el hombro” dejando atrás “mezquindades e internismos”.

Un año después, el jefe de Estado se retiró contrariado de la catedral porque el arzobispo refirió a “componendas de poder” que absorben las instituciones y al cansancio del pueblo por los “anuncios estridentes”.

En 2005, el Gobierno decidió llevarlo a Santiago del Estero para escuchar una homilía sin sobresaltos del obispo Juan Carlos Maccarone, considerado “amigo” de la Casa Rosada y quien tiempo después tuvo que renunciar al verse envuelto en un escándalo sexual.

Kirchner regresó en 2006 al templo porteño y soportó más críticas a su forma de gobernar por parte de Bergoglio, que exhortó a construir un país sin prepotencias ni exclusiones, y alertó que el poder no necesita sustentarse en propaganda, encuestas o el aplauso de masas.

En 2007, la administración central trasladó el Tedeum a Mendoza, donde la reflexión patria estuvo a cargo del obispo de San Rafael, Eduardo Taussig, quien apeló a frases de Benedicto XVI y Juan Pablo II para alertar que se puede caer en un régimen autoritario sin “fidelidad a la democracia” y reclamar más consenso para que la forma republicana de gobierno no sea “una mera formalidad de procedimientos” que “perpetúe las diferencias”.

En 2008, en Salta, con Cristina Fernández en el poder, el arzobispo Mario Cargnello exhortó a “recrear” los vínculos sociales mediante el diálogo, al que consideró como “el único instrumento eficaz para convertir la crisis en oportunidad”, y reclamó que se respete la Constitución para no convertir “la nación en un camino involutivo hacia la ley de la selva”.