Corriendo ya su quinto año de gobierno, y haciendo caso omiso a una oposición acre y punzante, Sarmiento presidente pugna contra la estrechez de miras, haciendo incapié en una política institucional abierta pero severa, sólo como la que él pudo imponer. Activo, innato luchador, su presencia abarca todos los estamentos del pensamiento político y social, vigente con ubicuidad en todo hacer que ataña a su alta investidura.
En ese año de 1873 -penúltimo de su mandato- Sarmiento protagoniza y preside una especial y significativa ceremonia pública, inaugurando la estatua ecuestre del general Manuel Belgrano -en la actual Plaza de Mayo-, obra del escultor francés Carriere Beleuze.
No obstante que el monumento es magnífico, no se libró de las mordaces críticas de los detractores del gobierno, quienes afirmaron que el bronce "es muy chato, y el caballo en que está montado el general, un petiso”. Esto no condice con la concreta realidad que nos impresiona al contemplarla: Sobre un caballo en postura inquieta -abiertos sus belfos y tascando el freno- monta Belgrano, teniendo enarbolada con su brazo derecho nuestra bandera, gesto que se nos ocurre de amparo bajo el cielo de sus franjas.
En aquel septiembre de 1873, Domingo Faustino Sarmiento, usando su uniforme de general, pronuncia un discurso -poco o nada difundido en esta posteridad que hoy vivimos- que mucho merece ser conocido. He aquí un fragmento de esa particular pieza oratoria: "En nombre del pueblo argentino, abandono a la contemplación de los presentes la Estatua Ecuestre del general Belgrano, y lego a las generaciones futuras en el duro bronce de que está formada, el recuerdo de su imagen y de sus virtudes.
"¡Que la bandera que sostiene su brazo flamee por siempre sobre nuestras murallas y fortalezas, a lo alto de los mástiles de nuestras naves, y a la cabeza de nuestras legiones; que el honor sea su aliento, la gloria su aureola, la justicia su empresa! Todos los capitanes pueden ser representados como en esta estatua, tremolando la enseña que arrastra las huestes a la victoria. En el caso presente, el artista ha conmemorado un hecho casi único en la historia, y es la invención de la bandera conque una nueva Nación surgió de la nada colonial, conduciéndola el mismo inventor como portaestandarte.
"Nuestro signo, como Nación reconocida por todos los pueblos de la Tierra, ahora y por siempre, es esa Bandera, ya sea que nuestras huestes trepen los Andes con San Martín, ya sea que surque ambos océanos con Brown, ya sea en fin, que en los tiempos tranquilos que ella presagió, se cobije a su sombra la inmigración de nuevos arribantes, trayendo las Bellas Artes, la Industria y el Comercio.
"Tal día como hoy el general Belgrano, en los campos de Tucumán, con esa bandera en la mano, opuso un muro de pechos generosos a las tropas españolas, que desde entonces retrocedieron y no volvieron a pisar el suelo de nuestra Patria, siendo nuestra gloriosa tarea, de allí en adelante, buscarlas donde conservasen un palmo de tierra en la América del Sur, hasta que por el glorioso camino, de que Chacabuco y Maipú fueron sólo escalones, nos dimos la mano en Junín y Ayacucho con el resto de la América, independiente ya de todo poder extraño.
"Y sea dicho en honor y gloria de esta Bandera. Muchas repúblicas la conocen como salvadora, como auxiliar, como guía en la difícil tarea de emanciparse. Algunas se fecundaron a su sombra, otras brotaron de los jirones en que la lid la desgarró. Ningún territorio fue, sin embargo, añadido a su dominio; ningún pueblo quedó absorbido en sus anchos pliegues; ninguna retribución exigida por los grandes sacrificios que nos impuso.
"En la vasta extensión de un continente entero, no siempre son claros y legibles los términos que Dios y la naturaleza imponen a la actividad de las grandes familias humanas que pueblan la Tierra. ¿Cuál es la extensión de la que cubre hoy y protege nuestra Bandera?
"La República Argentina ha sido trazada por la regla y el compás del Creador del Universo. Ese anchuroso río que nos da nombre, es el alma y el cerebro de todas las regiones que sus aguas bañan. Puerta de esta América que abre hacia el ancho mar, que toca el umbral de todas las naciones, por ahí subirán aguas arriba con la alta marea del desarrollo, las oleadas de hombres, de ideas, de civilización, que acabarán por transformar el desierto en nación, en pueblo. Aquí, en estas playas, han de cambiarse los productos de tan vasta hoya, de tantos climas, por los que hayan en todo el globo preparado siglos de cultura y la lenta acumulación de la riqueza.
"Aquí ha de hacerse la transmutación de las ideas; aquí se amalgamarán las de todos los pueblos; aquí se hará la adaptación definitiva, para aplicarse a las nuevas condiciones de la existencia de pueblos nuevos sobre tierra nueva. No hablo del porvenir. Es ya, este sueño de nuestros padres, un hecho presente. (…)” "ad majorem patria gloriam" ("A la mayor gloria de la patria").
