Estamos celebrando en este mes de septiembre junto con toda la Iglesia, el ‘mes de la Biblia”. La Sagrada Escritura, es un conjunto de textos que se escribieron entre los años 950 aC en el reinado de Salomón hasta el año 100 dC. Los libros narran la Historia de la Salvación, es decir, muestran a Dios revelándose en el tiempo para hacerse amigos de los hombres. Esta amistad con los hombres se expresa en el Antiguo Testamento con la Alianza de Moisés en el monte Sinaí entregándole las tablas de la Ley, y en el Nuevo Testamento con Cristo, el hijo de Dios venido en la carne. Es cierto que cada libro que integra la Escritura es importante, pero con toda verdad afirmamos que el ‘corazón de la Biblia son los Santos evangelios”, ellos nos relatan la venida de Dios al mundo en la persona de Jesús. Todos los libros del Antiguo Testamento se orientan a esperar la llegada del Mesías, pero una vez llegado Jesús en la carne, todos los libros posteriores hablan de Él, aquel hijo de Dios venido al mundo. Los evangelios son el epicentro de las Escrituras.
Nos han llegado cuatro versiones de la vida de Jesús: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Estas versiones las llamamos ‘evangelios”, en plural, pero en realidad narran el acontecimiento Jesús, único ‘evangelio”, en singular. San Beda el venerable comentaba al respecto: ‘aunque son cuatro los evangelistas, el evangelio no es más que uno, porque los cuatro libros que dieron contienen la misma verdad. Pues así como dos versos sobre un mismo tema difieren sólo por la diversidad de metro y de palabras, mas no por el pensamiento, que es el mismo, así los libros de los evangelistas, siendo cuatro, constituyen un solo Evangelio”. Los cuatro evangelios canónicos (inspirados) son composiciones anónimas surgidas entre los año 65-90 y fueron reunidas en una colección alrededor del año 125. Los autores no le pusieron título. Los más antiguos títulos les fueron añadidos probablemente en el momento de la constitución de la colección y constaban de dos palabras: según (en griego kata) más el nombre del evangelista puesto en acusativo. Este titulo simple de dos palabras se alargó muy pronto: ‘el evangelio según…”. Estos relatos sobre Jesús se escribieron unos treinta cinco años después de su muerte y resurrección gestándose en las comunidades pospascuales, de modo que después de la subida de Jesús al cielo, durante muchos años los apóstoles salieron a predicar de manera oral, lo que ellos vivieron con Jesús. Este anuncio oral del evangelio es lo que llamamos ‘kerigma”, es decir un primer anuncio rudimentario, básico: ‘Cristo ha muerto y resucitado por nosotros”. Sobre estas tradiciones orales de recuerdos, enseñanzas, discursos de Jesús se redactaron literariamente los evangelios. Presentan además un esquema literario topográfico apoyando la vida de Jesús en cuatro momentos fundamentales: a) Jesús en el Jordán, b) Jesús iniciando su ministerio público desde Galilea, c) Jesús camino a Jerusalén, y d) Jesús en Jerusalén.
Los evangelistas no intentaron hacer un libro de historia de Jesús en el sentido moderno del término, contando todo de manera detallada de lo que Jesús hizo, sino armaron relatos teológicos para despertar la fe en los lectores. Podemos mencionar el pasaje de Juan 20:30-31 que nos dice: ‘Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre”.
En este mes de la Biblia leamos la Palabra, dediquemos tiempo a la voz de Dios que nos habla, privilegiemos los ‘santos evangelios corazón de las escrituras” y dejémonos enseñar humildemente por ellos. Que cada frase de los evangelios sea digerida en nuestros corazones para que seamos ‘sal de la tierra y luz del mundo” (cfr. Mateo 5,13-14).
