Hace 60 años, un día como hoy pero de 1952, fallecía María Eva Duarte de Perón, o sencillamente "Evita", una mujer que indudablemente aún antes de su muerte, alcanzó dimensiones de mito. Tenía sólo 33 años y según se cuenta en una de sus tantas biografías, una partera india ayudó a su madre a traerla al mundo el 7 de mayo de 1919, en el pequeño pueblo bonaerense de Los Toldos. Su prematuro deceso conmovió al mundo, principalmente a sus queridos desposeídos, quienes desde el momento de saberse su enfermedad levantaron en sus hogares improvisados altares, frente a los cuales rezando y sollozando, demostraban su incondicional amor por quien hizo tanto por ellos.

Eva murió rodeada de un círculo íntimo de familiares y amigos, entre los que se encontraba su esposo, su madre y hermanos y su confesor y amigo padre Hernán Benítez, entre otras personas más. En relación a este trance, el nombrado sacerdote, quien tuvo una relación muy personal con Eva y su familia, hizo pública una carta muchos años después de su muerte, que fuera publicada en la revista "Todo es Historia" (noviembre de 1996) dirigida a Blanca Duarte, hermana de la fallecida, en la cual describe detalladamente este triste suceso: "…la contemplo a ella al vivo. De espaldas al lecho. Serena. Respirando cada vez más espaciada pero más profundamente. La veo emitir el postrer aliento. Sin un solo estertor (…) Como usted recordará, la extremaunción se la había administrado ese mismo sábado en las primeras horas de la tarde (…) El rumor de las plegarias sirvió de aviso de su muerte a las personas de la planta baja. Las que comunicaron la infausta noticia al gentío inmenso congregado en calle Agüero y Avenida del Libertador (…) Muy dueño de si, el general dictó al intendente las normas para el velatorio, en el edificio de Trabajo y Previsión. Las exequias comenzarían en la mañana siguiente, domingo 27, con la misa de réquiem…". La misma noche del 26 su cuerpo fue embalsamado de forma temporaria por el médico español Dr. Pedro Ara, asunto que ya estaba previsto. Luego se inició uno de los funerales más multitudinarios que se tenga memoria, el cual se prolongó hasta el 11 de agosto. Ante sus restos, que fue velado en el Ministerio de Trabajo, desfilaron millones de personas. En los días que transcurrió el velatorio la cola de gente esperando llegar al féretro para darle su postrero adiós, ocupaba cuadras y cuadras, a lo que se sumó una cantidad infinita de coronas de flores que cubrieron las calles de la ciudad. Esos días de invierno se detuvieron las actividades cotidianas del país, era como si el alma de Argentina se hubiera paralizado. Más allá de lo que transcurría en Buenos Aires, en todo el interior misas y plegarias fueron los rituales que constantemente se celebraban devotamente. Llegado el día 9 el ataúd fue depositado sobre una cureña, siendo llevado por cerca de 35 gremialistas hasta el Congreso donde se le rindieron las mismas distinciones que a un jefe de Estado. Luego el cortejo fúnebre siguió camino hacia la CGT, a la par que resonaba la marcha fúnebre de Chopin. En este edificio se concluyó con el embalsamamiento definitivo. Cabe decir que además de los registros fotográficos, cuantiosos de la época, se tuvo la acertada idea de contratar un equipo de cámaras de la Crew Fox, para que filmara en colores tamaño evento, lo cual constituye un documento de gran valor histórico-cultural, que muestra el dolor popular.

Si bien Perón ya había realizado las diligencias necesarias para que se sepultara en el Convento de San Francisco, aceptó el pedido de los sindicalistas para que sus restos descansaran temporalmente en el edificio CGT, hasta que se construyese un mausoleo junto a un monumento, cosa que no ocurrió y que forma parte de otra historia con tintes macabros.