Permítaseme una anécdota tragicómica. Hace algunos años estaba de vacaciones manejando por la Ruta 7. Alguien me hizo dedo y me detuve para llevarlo. Yo estaba escuchando música y era una obra de Beethoven. Mi pasajero me preguntó: ¿Es un conjunto de acá? Le respondí que de hecho ese conjunto era una orquesta de Alemania y que tocaba música conocida como "clásica". Me miraba muy sorprendido y entonces le pregunté: "Clásica, como Mozart o Beethoven; ¿nunca has escuchado esos nombres?" Tardó un ratito y de golpe su rostro se iluminó -y yo me alegré de que en algún momento de su vida hubiera escuchado sino una melodía, al menos el nombre- pero su alegre respuesta fue exclamar con una amplia sonrisa: "¡¡Beethoven, sí… el perro!!" Por eso conviene ir de a poco, de lo más conocido a lo menos. Así antes de comentar cualquier obra de Elgar como las Variaciones Enigma, conviene tararear la 1º Marcha de Pompa y Circunstancia que prácticamente todos han escuchado en algún casamiento o la Marcha nupcial para "ubicar" a Mendelssohn o a Wagner.
Para César Franck habría que mencionar "Panis Angelicus". Información tipo telegrama: Nace en Lieja (actual Bélgica) de familia valona en 1822. Su padre se empeña en que sea un niño prodigio y en parte lo logra: a lo doce años toca en presencia del rey Leopoldo de Bélgica. A los trece se mudan a París y para inscribirse en el Conservatorio. A los 24 se "independiza" de la tiranía paterna (¿alguna semejanza entre Leopold y Mozart?). Puede ser un signo de alegre independencia que dos años después se case con alguien de nombre muy simbólico: Felicité. A los 31, su vida comienza a cambiar al ser organista en dos iglesias, pero a los 36 es nombrado en Santa Clotilde y a partir de ahí, ¡es César Franck!! Su vida fue como su música: serena, tranquila alegre y equilibrada. Este viernes el concierto abrió con una parte orquestal de su Redemption, un poema sinfónico para soprano y coro femenino.
Recuerdo el cuento del rey Midas, que todo lo que tocaba lo convertía en oro. Así era Mozart, es increíble que manifestara en varias oportunidades su "distancia afectiva" -por darle un nombre- respecto a la flauta. En una de las cartas a su padre escribe en 1778: "Sabes cuán impotente me siento cuando estoy obligado a escribir para un instrumento que no soporto".
¿Cómo sonaría -me pregunto- si le gustara? Es verdad que fue una obra de encargo y este Concierto K. 314 ante la urgencia de tiempo y necesidad de dinero, sería uno para oboe escrito para Mannheim el año anterior para el oboísta salzburgués Joseph Ferlendis y traspuesta para la flauta. La obrita trasunta alegría y el Rondó final (Allegro) es retomado un poco más tarde para el aria de Blonde en el "Rapto del Serrallo": "Welche Wonne welche Lust" (¡Qué placer, qué Alegría!). Pocas cosas hay tan bella como el Concierto para flauta y arpa… ¿y Zauberflöte (La flauta mágica)? Lo que él "tocaba" era pura belleza. Es justo destacar la versión del jovencísimo Jorge Rodríguez Guevara, llegado de Honduras, bienvenido y… ¡quedate!
El título de mi comentario hace referencia a que estaba "esperando" escuchar la 5º de Prokofiev y me encontré con la 1º de Beethoven.
Decir "Sinfonía" hoy en día casi significa decir "Beethoven" (no el perro) y pocos compositores después se atrevieron a superar el mítico número 9. El viernes escuchamos la primera, compuesta en 1880 -a los 30 años-. La última de Haydn (Nº 104 Londres) ya llevaba 5 años y la última de Mozart (Nº 41, Júpiter), doce. Esta obra todavía emparentada con Haydn y Mozart, ya es otra cosa. El inicio -adagio molto- con vientos maderas y cornos, acentuados por la cuerda punteadas es como una pregunta y repuesta inicial. Pareciera una forma de terminar una obra, no de iniciarla. ¿Herencia del humor de Haydn? El 3º movimiento es llamado Menuetto pero no tiene nada de la danza cortesana de Versalles, más bien adelanta la "tormenta" de la Pastoral. Pero la sorpresa final es maravillosa: nuestro flautista hondureño y la orquesta hicieron bien en preanunciarnos las futuras palabras de Blonde: "¡Qué placer, qué alegría!" ya que el 4º Movimiento es de un gozo increíble: comienza "Adagio" con un golpe inicial y una escala ascendente "paso a paso" para transformarse en un Allegro verdaderamente Molto e Vivace. Y la diversión sigue hasta el final; mientras que también contagia alegría nuestro concertino Willian Harvey que parece siempre a punto de caerse de su asiento y la maravillosa dirección con gestos y expresiones felices del maestro Siffert.
