Se entiende por experimentación científica "aquellos procedimientos médicos o quirúrgicos que reconocidamente implican cierto riesgo y se aplican experimentalmente a una persona, no tanto para su propio interés, cuanto para interés de la humanidad por el avance de la ciencia médica". El primer código sobre los aspectos éticos de la experimentación humana es el conocido como "Código de Nüremberg", que establecía las condiciones que se requerían en las experimentaciones humanas para que sean moralmente aceptables. Los juicios de Nüremberg (Alemania) comenzaron el 20 de noviembre de 1945, terminada la Segunda Guerra Mundial y se dictaron las sentencias el 30 de septiembre y 1 de octubre de 1946, y fue allí donde se aprobó dicho código. Veintitrés médicos alemanes fueron acusados de "crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad", por sus experimentos con prisioneros de los campos de concentración. Algunos de estos experimentos demenciales fueron los siguientes: cámaras de descompresión: se colocaban prisioneros en estas cámaras para estudiar los efectos de una altitud de 20.000 metros, sobre sus organismos. Inmersión en agua helada: se sumergía a las víctimas durante un tiempo prolongado para anotar sus reacciones. Heridas infectadas: se introducía en heridas trozos de vidrio, trapos sucios y tierra para reproducir las condiciones del campo de batalla.
El "Código de Nüremberg", elaborado por la Corte de Nüremberg, establece: 1- La persona involucrada debe dar su consentimiento voluntario para la realización del experimento. 2- No debe ser un experimento caprichoso escogido al azar, sino que debe realizarse con el fin de lograr resultados precisos necesarios. 3- El experimento debe evitar todo deterioro mental o físico de la persona sobre la que se experimenta.
Consideraciones fundamentales sobre el tema figuran en el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2292 a 2296), el cual expresa que "los experimentos científicos, médicos o psicológicos, en personas o grupos humanos, pueden contribuir a la curación de los enfermos y al progreso de la salud pública". Con respecto de la ciencia y de la técnica manifiesta que "deben estar al servicio de la persona humana, de sus derechos inalienables, de su bien verdadero e integral, conforme al designio y la voluntad de Dios".
