El estilo de vida en la actualidad lleva cada vez más a que los padres no intervengan en asuntos vinculados a sus hijos, dejando una buena parte de la formación moral y de valores a los círculos de amigos o sociales en los que los jóvenes y adolescentes se desenvuelven. Es decir que de un buen tiempo a esta parte la sociedad se está rigiendo por principios no tradicionales de enseñanza de normas y valores con lo que se ha conseguido que flagelos como la droga y el alcoholismo ganen terreno entre los sectores juveniles que carecen de una orientación que los ayude a evitar las adicciones.

Es un hecho que la responsabilidad respecto de la formación es mutua tanto de padres como de hijos. Los padres deben inmiscuirse decisivamente en los temas de los menores, en la medida que se ha demostrado que todo lo vinculado a su formación deben surgir en los hogares, pudiendo luego fortalecerse en la escuela en sus distintos niveles de enseñanza. Por otra parte los hijos deben entender que lo que se les inculca en sus hogares es por el bien de ellos y no por tratar de coartarles su libertad dentro de un mundo de permisividad que es en el que pretenden vivir.

Hay que tener en cuenta que lo que motiva a los jóvenes y adolescentes a las adicciones es la presión social, el abuso físico y sexual, la exposición temprana a las drogas, el estrés y la orientación parental. Cada una de estas situaciones es un desencadenante natural que si no es observado a tiempo y tratado a tiempo, en un breve lapso se hace crónico y comienza a expandirse en cada uno de los círculos sociales o de amigos del joven afectado inicialmente.

Lo malo es que de no adoptar medidas urgentes tomando conciencia de que son los padres los principales responsables de evitar todas estas nuevas costumbres que alientan las adicciones, como las salidas nocturnas a lugares inadecuados, entre los que figuran fiestas privadas y otros encuentros que se han hecho muy populares, y de los que por lo general los jóvenes salen en muy malas condiciones, cada vez habrá más chicos por este camino que lógicamente no los conduce a nada bueno.

No se trata de prohibir salidas ni formas de divertirse, pero sí de orientar a los jóvenes sobre el rumbo que deben seguir para constituirse en personas de bien que sean útiles a la sociedad. Y no afectados por las adicciones que los incapacita en su futura formación como estudiantes, trabajadores o dedicados a cualquier actividad creativa y pensante.

Los padres deben prestar un poco más de atención a sus hijos y en caso de detectar alguna adicción vinculada al consumo de drogas o alcohol analizar si este fenómeno se está dando por miedo, la falta de autoestima, la soledad, la inmadurez emocional, la inseguridad, las ganas de huir de las responsabilidades o de la realidad de la vida propia.