Las declaraciones públicas se alejan fácilmente de la verdad sin que nadie se haga cargo de ello. Es como en un círculo vicioso generado por declaraciones oficiales que, pese a ser de interés público, son estructuradas por fervores políticos que para el hombre común no existen o entran en un cono de sombras y de desinterés.

La pregunta clave sería cuándo se falta a la verdad desde el atril político y por qué el rebote del desinterés de personas que no quieren escuchar nada que no responda a la verdad. La palabra, como herramienta vinculante puede llevar tranquilidad a la gente o acercarla a la indiferencia y desasosiego perdiéndose el nexo de comunicación entre pueblo y gobierno. Nadie duda que la gente quiere sosiego es decir tranquilidad, serenidad y calma. La gente sabe que debe guardar fuerzas para enfrentar las distintas vicisitudes de la vida y que las complicaciones surgen a cada rato.

Si se analizan los cambios posicionales del gobierno, que por lo general cae en contradicciones en corto tiempo, surge la duda sobre los aciertos y desaciertos. Las contradicciones caracterizan las declaraciones oficiales y de esa manera se llega a la tergiversación. Es decir se genera el hábito de dar a los acontecimientos interpretaciones forzadas y o erróneas. Cuando se miente se traiciona el sentimiento popular y cunde el pesimismo.

Siempre algo salva a alguien. Por ello la gente tiene la posibilidad de recurrir a la información diaria de los medios, para tener un contexto de la realidad y conocer opiniones de distintas. Y, cuando se conoce a la gente que opina se puede comparar con más facilidad. La clave es analizar otros pensamientos para ubicarse mejor en el entorno.