Los sucesos de los últimos días son de tinte histórico y como tal, pasarán a tener una página completa en la historia del fútbol argentino y por qué no, marcarán su idiosincrasia, su personalidad.

Es cierto que parte de esto lo comencé a pensar ni bien veía el entretiempo de Belgrano-River, partido de ida en Córdoba.

Nací como hincha de Boca. Cargué, me cargaron, viví alegrías, y profundas tristezas. Fui testigo de glorias de la máxima categoría y los vi llegar muy lejos a ambos clubes que analizándolo bien, también estaban muy lejos.

Jamás en mi vida pensé que iba a ver a uno de los dos equipos más grandes de la Argentina perder la categoría, jugar un torneo Nacional. Nacional, con mayúscula, como el Interior debe merecerse. Es que River, discutamos o no, es una gloria del fútbol argentino. Sus campeonatos lo avalan, sus jugadores, anécdotas y demás folklore que el fútbol exige.

Miraba los destrozos, las corridas, los policías. Esto ya lo había vivido. Me ponía en la piel del hincha, cruzaba la vereda. La desazón, el desamparo, la impotencia de ser víctimas de un fútbol mediocre, una dirigencia corrupta y una crisis institucional, que como tal, tenía fecha de vencimiento. Su gestación podrá diferir en días y un par de años, pero la realidad marca que River Plate tocó su punto más bajo. Civilización y Barbarie mezclándose, y no como puntos antagónicos.

El rito local. Retrocediendo un par de años, hasta mi infancia surge este recuerdo: Lunes de noche, frío otoñal de San Juan. Mi papá me llevaba a la cancha de San Martín, y es que Godoy Cruz de Mendoza se presentaba como el clásico ritual de los verdinegros y el partido prometía bastante. Por entonces, el club llevaba un corto trayecto en la B Nacional, no contaba con las instalaciones que hoy son el orgullo de una dirigencia sanjuanina.

Sin embargo, tampoco lo sentía afín. Y es que al haberme criado en el Barrio Enfermera Medina (a un par de cuadras del Serpentario), Concepción me sonaba distante, sus colores, muy lejanos.

Sin lugar a dudas, tampoco era el olor a Río de la Plata, ni las anchas avenidas, ni el clima porteño el que envolvía cada día de partido. "Ni fu ni fa”.

Sportivo Desamparados de San Juan es una entidad típica del interior. Las distancias que hay entre verdinegros y víboras en el presente son abismales, pero en otra época quizás se dignificaron de ser muy buenos representantes y crear un ambiente de clásico que quizás para algunos era meritorio, para otros no. Prefiero no caer en favoritismos ni en el hermetismo propio de este deporte, sino más bien de análisis que es el objetivo de este escrito.

No obstante, en su popular verdiblanca estaban amigos, conocidos, vecinos y demás. Debo agradecer a Gerardo Tripolone, quien me arrastró por entonces al club puyutano.

Entrada a entrada, grito a grito… me enamoré de una institución que mostraba amor por la camiseta. Que quizás escaseaba en gambeta, pero lo suplía con garra. Donde el sufrimiento era parte de la entrada y no iba a para la AFA con el 90% del valor de ella. Que cuando andaba mal, la imagen de la Virgen de Desamparados se iluminaba sola. Y si somos hinchas, debíamos tener un trapo, y lo hicimos también ("Con vos una vez más”, olvidarlo sería un pecado). Que antes de ir a un partido cortábamos hojas del DIARIO DE CUYO para tirar cuando entraba el Puyuta. La financiación del club, cooperadora sí, cooperadora no: sponsor, la cancha, el semillero.

Toda esta combinación de factores, me inició en el rito de Desamparados de San Juan. A mucha honra, como el nombre del club.

Caída de un grande. Me dijo un colega y un amigo: "Fue como la caída del Muro de Berlín” y sentí que me sacaba las palabras de la boca. El domingo pasado cayó entonces un centralismo explícito. Efectivo sin lugar a dudas, entrada a entrada, canchas a canchas, banderas a banderas, colores a colores, hinchas a hinchas de todo el país veían un coloso caer por el mismo método el cual había sometido a un sinfín de clubes del ascenso: el bendito promedio. Claro está que su Purgatorio fue la instancia de Promoción. La campaña de River en estos últimos 3 años… es material de conocimiento público y habla por sí sola.

No conozco a River, no fui a su cancha para ver a mi equipo ahí. Mi sentido de pertenencia estaba más bien en mi San Juan natal. Las palabras de Costa Febre estremecen al más frío hincha de todo el territorio nacional, y serán siempre de mi respeto. Lo sentí como un hincha, como un periodista, y como un hombre común.

Como futuro periodista no olvidaré nunca el 26 de Junio del 2011, a mi entender, fue un día en el que cambiarán un montón de condimentos que hacían al fútbol de hoy. Estamos a horas de que juegue San Martín de San Juan contra Gimnasia (LP) y se cierre el Torneo de Primera División.

El fútbol da revancha. La vida da revancha. El fútbol es como la vida misma dice el dixit popular y dejaremos que nos lleve a donde quiere.

River deberá encarar la Segunda División contra 5 campeones más de la máxima categoría (grupo que integran 16 equipos) y a un debutante como es Desamparados.

Mis colores están más que claros, cada uno vivirá el país que quiere. Si seguimos sometidos al centralismo del fútbol, del broadcasting de los grandes, o el de la nobleza de los pequeños, sin desmerecer los grandes logros de cualquier cuadro del país, o le damos el paso a nuevas esperanzas y alegrías más cercanas.