Primero fue la melodía de Edith Piaf, que se enganchó con la de las españolas Azúcar Morena. Pero fue uno de los temas más conocidos de Rafaela Carrá (con letra cambiada) el que desgarró el aplauso de la gente. Sin embargo, no faltó mucho para que más de uno viajara en el recuerdo, a fines de los "60 con el ritmo de Palito Ortega y Estela Raval. Una explosión en la multitud que estaba en el cerro fue la mejor respuesta a un espectáculo que este año apostó a la diversión, a la risa y a la complicidad del público.
No fue casual que desde el escenario se extendieran especies de brazos para que los actores y bailarines pudieran estar más cerca de la gente y se pasearon a gusto para que los vieran bien de cerca. Fue como estar en una fiesta en el barrio. Escuchar la voz de Jorge Pascual Recabarren recitando uno de sus poemas gauchescos no hizo más que refrendarle a la gente que esta vez el espectáculo fue más sanjuanino que nunca. Así, "Vino Argentino, Bebida Nacional", tal es el nombre que llevó la puesta en escena en la que participaron 320 artistas, llegó bien al fondo de la multitud que estaba apostada en el Autódromo Eduardo Copello, desde bien temprano.
Un encontronazo entre Baco, interpretado por Ariel Sampaolesi, y la Madre Cepa (Alejandra Lloveras), fue el punto de partida para esta comedia que estuvo plagada de ironía, grotescos, chistes sencillos y hasta gags.
El espectáculo tuvo ocho actos que fueron representados en casi una hora y media. Y en todo ese tiempo la gente no se cansó de aplaudir. Sobre todo en el momento que le acercaron gigantes copones de vinos al vicepresidente Amado Boudou que estaba entre el público.
En la historia sobró el vino, las disputas entre bandos, el colorido de un vestuario impecable, pero también el amor. Al son del tema "Penumbras", de Sandro, Baco y Madre Cepa comenzaron a enamorarse. No sin la ayuda de un par de cupidos que le pusieron un toque circense al espectáculo. Y como frutilla de la torta, Marcela Podda y Osvaldo Bermuyal (con traje de pájaro) entrando en escena, en un acto en el que se recreó la elección de una reina.
Gauchos, vides de todos los colores, unicornios y faunos. Mujeres lujuriosas, jarras de vino gigantescas, protestas callejeras, miles de litros de vino desparramándose por el imponente escenario, fueron el sello de una puesta en escena que funcionó como un reloj. Todo se sumó a una impresionante escenografía mediante la que montaron una bodega arriba del escenario.
Sin embargo, el final se llevó la mayor cantidad de aplausos. De personajes mitológicos a gauchos llegó la hora de la bailanta. Fue que ingresó al escenario mayor, con su traje de flores doradas, La Mona Giménez, que hizo cantar y bailar a la gente y hasta hizo cantar a Baco, sin bajarse del escenario hasta que todo terminó.
Sin más, el espectáculo llegó a su fin con el público cantando el tradicional jingle de Resero y asombrándose una vez más con un show de color cuando el cielo de la Quebrada de Zonda se iluminó por sexto año consecutivo, con fuegos artificiales. Como si la gente se negara a que tanta majestuosidad terminara, permaneció en sus lugares hasta que se evaporó entre los cerros el último destello de los fuegos multicolores, que pasada la medianoche se confundieron con las estrellas, cada vez más iluminadas.
