Según el informe de Alimentos Argentinos, para tratar de mitigar las emisiones de gases con efecto invernadero, la metodología más citada en los medios es la reducción de las “millas alimentos” (food miles). Dicho de otro modo, consumir productos con la menor cantidad de millas de transporte previo.

Como ejemplo del auge de estas ideas, resalta la intención del gobierno británico de poner en marcha un plan para obligar a etiquetar los productos alimenticios, con información sobre la huella de carbono de los mismos. Por ello, en marzo de 2007, el Reino Unido lanzó la Carbon Reduction Label (etiquetado de reducción de CO2) a través de un programa piloto.

La iniciativa apunta a que en los rótulos de cada alimento figure la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero generadas, no sólo en su transporte, sino también en el proceso de producción. La mayor generación de dióxido de carbono se daría en el aerotransporte, y la menor en el transporte marítimo.

Los hallazgos de un equipo de investigadores de la ciudad de California manifiestan que el hecho de que un producto sea local, no significa necesariamente que sea mejor en términos ambientales.

La distancia que el alimento recorre desde la granja al plato es importante, pero también es clave saber cómo se lo envasa, cultiva, procesa y transporta al mercado.