No se puede imaginar un país en crecimiento, sin un sistema educativo nuevo, capaz de responder con agilidad a las demandas de los distintos sectores y orientado hacia una producción ajustada a las necesidades nacionales.

Hasta hoy, dicho sistema responde a un viejo modelo -el enciclopedista- que el tiempo deterioró hasta transformarlo en algo amorfo y sin respuesta frente a las exigencias actuales. Se escuchan diversas proclamas respecto a la urgencia de obtener un ritmo productivo importante y a la altura de estos tiempos. Pero un sistema es un cuerpo orgánico que para cambiar necesita de decisión política y trabajo de especialistas de todo el país, ya que cada provincia administra la educación. Es un sistema federalizado y, por lo tanto, cada provincia es responsable de cómo marchan los planes según los objetivos que se hayan trazado en la materia. Las provincias hacen su trabajo antes que nada en base al presupuesto que tienen y, en muchos casos, son insuficientes para desarrollar los planes con un alto contenido cualitativo.

El déficit presupuestario está ligado con la calidad de los planes que se tienen. Ello puede llevar a cometer errores menores pero por escasez de dinero no de ideas. Esta debe ser una historia vieja que afecta directamente a la calidad de lo que hace y, por lo tanto, a la riqueza o no de los resultados.

La calidad educativa es un tema de debate que reclama una amplia participación. Algo que no ha sucedido todavía porque siempre hay que solucionar los problemas que presenta la inmediatez. Hay que tener presente esta necesidad porque tiene que ver con garantizar un futuro cultural y productivo acorde a las necesidades comunes. Y, de ello dependerá un creciente desarrollo.