Amado y odiado, si hay algo que no provoca Oscar Nevares Sosa es indiferencia. El miércoles pasado, el oscuro personaje de El Elegido a quien ¿todos? creían muerto, reapareció en pantalla, para total beneplácito de quienes reconocen detrás de sus palabras, sus gestos, sus tonos, sus movimientos y hasta en sus silencios un trabajo realmente admirable. ¿De quién? Nada menos que de Lito Cruz, uno de los próceres de la escena nacional, quien tan bien le dio vida a su criatura que varios seguidores se preguntan hoy si será fácil dejar de ver en él al voraz Oscar.

Sin embargo, el veterano actor parece tomarse con soda el rotundo éxito de su personaje, uno de los ingredientes más sabrosos de la tira de Telefe, que grabó sus últimas escenas en Ushuaia (y no en San Juan, como se barajó en un momento, ver aparte) y que a fin de mes bajará el telón para pasarle la posta a una nueva edición de Gran Hermano. Sencillo, sin ningún tipo de estridencias, Lito Cruz hizo un blanco en su apabullada agenda para charlar con DIARIO DE CUYO.

– ¿Cómo transita la recta final?

– Muy bien, muy bien. Evidentemente todas las cosas tienen un tiempo y El Elegido llega a un final en un tiempo que considero perfecto, porque ha durado lo que tenía que durar.

– Las últimas escenas se ponen cada vez más atrapantes, ¿no se plantearon estirar, como suele hacerse en televisión cuando las cosas marchan bien?

– No, no, en absoluto. Yo ya terminé de grabar, el 31 se acaba la novela y a otra cosa mariposa.

– Mire que va a ser difícil olvidar a Nevares Sosa…

– Creo que la devolución de la gente es muy interesante, realmente me hace ver la complejidad que ha tenido el trabajo. Oscar tiene varios niveles, no es ni malo, ni bueno, ni simpático, ni antipático, la gente lo quiere, no lo quiere, se muere, no se muere. No se sabe lo que es. Nadie lo sabe. Es un ser humano que en el alma tiene bondad, maldad, ternura, envidia y todo lo que tiene Nevares Sosa.

– Que también tiene sus porqués…

– La ambición, sobre todo, y esto de llegar a su objetivo, sin importar los medios. Pero no como un villano típico, él va más allá, tiene su propia búsqueda, su idea de la eternidad. Y además lo completa la imaginación del espectador.

¿Qué lo sedujo especialmente para aceptar este personaje?

– Por un lado, cómo despertaba mi imaginación y la libertad que tuve para trabajar, para crear, para poner cosas mías. Fue un placer imaginar un personaje de esta naturaleza.

– ¿Y por otro?

– Y por otro hay que decir que es un gran mérito de Pablo Echarri, Martín Seefeld y Federico de Elía que está en la parte artística. Ellos son los que han controlado todo lo que tienen que ver con la luz, el vestuario, la ropa, la escenografía, los textos, la interpretación; y han hecho un trabajo extraordinario.

– Usted ya terminó de grabar, faltan apenas unos pocos capítulos, ¿puede adelantar algo del final?

– Sí, que para saber el final habrá que prender el televisor y ver qué pasa.