La cumbre de Pittsburgh de jefes de Estado del G20 concluyó ayer con un claro logro para este grupo apenas conocido hace un año, que ahora sale reconvertido en el gran supervisor del funcionamiento económico mundial.

Los mandatarios se despiden de esta tercera cumbre con algunos logros a sus espaldas, entre ellos el compromiso de poner los cimientos para lograr un crecimiento sostenido y, sobre todo, resolver las debilidades que condujeron a la crisis financiera mundial

Así, los líderes del G20 (integrado por EEUU, Argentina, China, India y Brasil, entre otros) se comprometieron a acabar con los “excesos” en el sector bancario, ante la constancia de que su “temeridad y ausencia de responsabilidad” condujeron a la crisis.

La declaración adoptada hoy ataca los altos bonos de los directivos bancarios que, según recomiendan, deben ser fijados por objetivos a largo plazo y vinculados al rendimiento de la entidad.

Otro de los mensajes claros de la cumbre es que “hay que evitar la retirada prematura de los planes de estímulo” para incentivar la reactivación económica.

Con todo esto, cobra impulso la transferencia de poder del G-8 (EEUU, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Canadá, Italia y Rusia) en favor del G20, que sale convertido en el “foro principal de la cooperación económica internacional”.