Con la neta victoria del Partido Democrático (PDJ), al lograr una mayoría absoluta de 308 de los 408 escaños, los japoneses decidieron decir adiós a un sistema político vigente desde 1955, basado en el dominio absoluto del Partido Liberal (PLD), tras la II Guerra Mundial.

Las claves de la debacle electoral del oficialismo son los 20 años de recesión y estancamiento, la mayor desocupación en seis décadas y las graves divisiones internas, con cuatro primeros ministros en cuatro años. El triunfante PDJ, una coalición formada en 1998 por liberales y conservadores desencantados, aprovechó el desgaste oficialista, con un mensaje de cambio, candidatos jóvenes y la promesa de revisar la política económica y exterior. Cerca del 40% de los candidatos del partido derrotado son hijos, nietos o bisnietos de diputados. El nepotismo de los liberales ha contribuido a exasperar a un electorado, junto a la crisis financiera internacional y el desempleo del 5,7% en julio pasado. El electo primer ministro Yukio Hatoyama deberá ahora cumplir sus promesas: bajar impuestos, asegurar un subsidio mensual de u$s 270 para cada niño que nazca, ayudar al agro, autopistas de peaje gratuito y aumento del salario mínimo. El costo de estos proyectos, desde 2013, será de 179.000 millones de dólares. Para ello se eliminarán gastos innecesarios y se echarán mano a las reservas fiscales ociosas, pero la deuda pública se acerca al 20% del PBI, lo que podría agravaría la precaria salud fiscal de Japón.

El tiempo dirá si se pudo cumplir lo anunciado para cambiar una situación tan grave.