“Gracias a Dios la puedo contar”, esa frase fue la que dijo ayer Nicolás Vargas mientras era asistido en el hospital Rawson de las heridas leves que sufrió ayer y que resume la suerte -o algo más que tuvo- para salir vivo de la red cloacal. El joven, de 35 años, es padre de dos hijos y desde hace ocho años trabaja como operario de una máquina retroexcavadora. Con los ojos abiertos, como desorbitados, recordaba el dramático momento que casi le costó su vida. “Estaba arriba de la máquina y él (Muñoz) estaba abajo tratando de hacer la conexión, pero como no salía me asomé y lo ví que estaba en el fondo, desmayado. La desesperación mía fue ver que se cayó”, decía ayer el joven, consternado y todavía shoqueado. Su apuro hizo que rápidamente llegara el resto de sus compañeros. Pero fue en esos pedidos de auxilio cuando el cuerpo de Rodrigo Muñoz fue chupado por la fuerte corriente cloacal. Todos juntos corrieron hasta otra boca. Como no podían abrirla trajeron una máquina y la rompieron. “Abajo estaba Muñoz tratando de aferrarse a los costados de la paredes de cemento”, contó Vargas, mientras describía con sus manos el diámetro del caño. “Me largué y me metí como pude. Lo agarré por detrás, lo alcancé a levantar pero los gases me empezaron hacer mal y me desmayé. De ahí no me acuerdo más nada. Me dijeron (mis compañeros) que recorrí unos 200 metros hasta que me pudieron sacar. Un médico que pasaba me dio respiración boca a boca hasta que pude reaccionar, porque no tenía pulso ni nada”, decía Vargas, agradecido porque siente que volvió a vivir.
