Trabajador incansable. Profesional aplicado y detallista. Docente generoso. Hombre educado y de perfil bajo. Marido y padre amoroso… así describieron familiares, colegas, alumnos y amigos al Maestro José Juncosa, ex profesor titular de la cátedra de violín, miembro fundador de la Orquesta Sinfónica de la UNSJ (de la que fue Concertino hasta que se jubiló hace un par de años) quien falleció ayer por la mañana. Un recurrente sangrado de nariz fue lo que alertó a su esposa y colega, Irene Kowalski, quien fue su alumna cuando él se instaló definitivamente en San Juan, adonde ya había actuado en los "60, cuando tenía apenas 14 años, como refuerzo de la Orquesta para el Stabat Mater de Rossini, dirigido por Juan Kowalski (que se convertiría en su suegro). Juncosa venía de Mendoza, adonde se radicó su familia cuando dejaron su país de origen, España. Y aquí se enamoró de Irene, con quien se casó (cuando ella tenía 21 años) y tuvo tres hijos, Natalia, Cristian y Nicolás.

Ese domingo, tras intentar convencerlo (en vano) de consultar al médico, Irene decidió llamar al servicio de emergencia, que recomendó estudios para saber el origen del sangrado. Así fue. Ese mismo domingo se dirigieron a una clínica privada donde le hicieron unos análisis, y el resultado fue un baldazo de agua helada: leucemia, les dijeron; un verdadero cimbronazo para todos… menos para él, a quien prefirieron no contarle para cuidar su corazón, que ya le había dado algunos sustos. Aquellas manchitas en las piernas, ese sangrado de nariz y el inusual cansancio habían llamado la atención, pero jamás imaginaron algo así. Como no había camas disponibles, lo llevaron al Instituto Médico, donde quedó internado. El martes por la mañana comenzó a descompensarse y lo trasladaron a terapia intensiva. Sus seres queridos habían pensado continuar su tratamiento en Buenos Aires, una vez que se estabilizara, pero no hubo tiempo. La agresiva enfermedad, artera, se lo llevó antes.

"Nadie sabía nada de esto… fue todo tan sorpresivo… no tenía síntomas que hicieran pensar algo así, nada… había estado el martes en Mendoza. Sí lo noté un poco cansado. Él siempre se levantaba muy temprano y me dejaba todo listo para el desayuno, me cuidaba mucho. El domingo fue así también, había dejado todo preparado, pero se había recostado y tenía un algodón en la nariz. "José, otra vez sangre de la nariz… vamos al médico", le dije; y como no quería, directamente llamé a la emergencia", comentó a DIARIO DE CUYO Irene, quebrada por la repentina y enorme pérdida.

"José era un amor incondicional, excelente padre y marido… siempre dispuesto a ayudar a todo el mundo, a todo nivel. Nunca tenía un no. Era un hombre entregado a su vocación. Se había jubilado pero tenía muchos proyectos, mucha actividad. La semana pasada terminó de escribir una obra para los chicos de la Orquesta Escuela, Malambo se llama, está terminada en la computadora y pensaba estrenarla en la segunda mitad del año. Estaba tan contento con los chicos", cuenta su esposa, que a esta altura ya no puede evitar las lágrimas. "Le gustaba mucho eso, sí, le gustaba…", repite casi susurrando, con inevitable tristeza y todavía sin poder creer este repentino golpe. "Amaba la música", retoma la palabra; y se atreve a contar una escena imborrable, que quedará tal vez como su gran despedida de este mundo. "Cuando lo llevaban a terapia intensiva, ya estaba un poquito perdido, iba moviendo las manos marcando el tiempo, como dirigiendo…", cuenta conmovida. Así se fue el Maestro Juncosa, con el amor de los suyos y con su gran pasión, la música, que lo acompañó hasta donde ya no llegan las palabras.