�Poco faltaba para las 8 de la mañana cuando el caos invadió, sobre todo, el quinto piso del Centro Cívico. El mobiliario comenzó a crujir y las paredes que dividen los boxes tomaron formas ondulantes. Los gritos, la desesperación y el no saber cómo reaccionar, se apoderó de una buena parte de los empleados del edificio. Los consultados por este medio coincidieron en afirmar que, a pesar de los simulacros que hicieron, no están preparados para enfrentar un sismo fuerte.
El sismo hizo que el edificio del Cívico vibrara entero y se moviera de lado a lado. Algunos de los oficinistas optaron por rezar, otros salieron corriendo sin olvidar sus pertenencias. Ninguno quiso atravesar los puentes que conectan los distintos sectores, argumentando el miedo a que se cayeran las estructuras.
Mareos y ataques de pánico estuvieron a la orden del día, pero no hubo ningún incidente de gravedad. Muchas empleadas salieron corriendo, dificultando el trabajo de los policías y un brigadista que estaba en lugar, intentó persuadir a la gente para que no saliera corriendo, sin éxito.
“Fue un caos, muchos gritos, todos se querían ir. Yo trataba de contener la situación y de calmar a algunas compañeras que estaban muertas de miedo. No recuerdo otro tan fuerte como el del ‘77. Entonces, yo estaba en la casa con mis padres y fue muy terrorífico ver que todo se caía y como se ondulaban las calles”, dijo Paulo Marato (61), jefe de Despacho del IPV. Mientras que Cristian Ruarte, que es brigadista preparado para actuar en caso de siniestros, contó que “fue un movimiento telúrico de mucha intensidad. La gente estaba alborotada, no sabía que hacer, pese a los simulacros que han realizado, muchos estaban mareados, había pánico porque no paraba, fue muy largo. Por suerte no tuvimos una situación de gravedad. Cuando fue el terremoto en Chile las réplicas del día posterior fueron muy fuertes, pero se vivió con calma”.