Al grito de guerra todos corrieron al centro de la cancha y a pesar de que tenían distintas tácticas para combatir, se olvidaron de todo. Sólo se dedicaron a gritar y a perseguir a los rivales para teñirlos de colores. De esta forma y con mucha adrenalina en juego, los chicos de la colonia de Ullum se transformaron en gladiadores. Con botellas, bombitas, baldes y pistolas de agua las nenas y los varones se enfrentaron en una batalla en la que las municiones fueron agua con témperas y pintura.
La cancha de fútbol del Camping Municipal se convirtió ayer en un campo de guerra. Y las condiciones climáticas previas, que habían jugado en contra en otras colonias (ver página 7), en Ullum le dieron un toque especial al enfrentamiento. Es que el barro que se había juntado en algunos sectores del camping fue usado también para manchar a los contrincantes. Fue en este sitio donde los chorros de agua y los chicos que corrían como locos, hicieron que los minutos se pasaran volando. Además de mojar con agua colorida a los rivales, los chicos buscaron hacerlos sus prisioneros para revolcarlos en el pasto y en el barro.
La primera batalla fue corta, ya que a pocos minutos del silbatazo inicial todos se quedaron sin municiones. Fue la más emocionante de todas. Es que a pesar de que el objetivo era que pusieran cara de malvados, ninguno pudo esconder la sonrisa y la cara de felicidad. Después de eso los varones decidieron tomar sus caballos imaginarios, hechos con flotadores o palos de escobas viejas, para recargar las municiones. Y luego todo volvió a comenzar con los gritos de guerra, que tenían el objetivo de asustar los rivales. Por un lado el ejército de niñas cantó a coro ’las mujeres no se achican’, mientras revolearon sus brazos con gestos de lucha. Al mismo tiempo y haciendo imposible no escucharlos, los chicos repitieron a los gritos ’varones, varones, varones’. Y la alegría fue tal que hasta los perros que viven en el camping se prendieron en la guerra. La Negrita, como le llamaban las nenas, fue una de las mascotas de la colonia que jugó para el equipo de las mujeres. Con sus ladridos correteó y espantó a algunos varones que intentaron robarse los baldes de las chicas. Fue por esto que la perra también terminó mojada y con algunos restos de pintura. Los que también se prendieron en la competencia fueron los profesores. Las profesoras tiraron para las chicas y viceversa. Y fue por eso que todos los integrantes de la colonia terminaron con alguna marca: manchas de barro, pintura, agua y hasta remeras rotas. Luego de varios enfrentamientos llegó el turno de la pileta, pero para poder chapotear en el agua tranquilos, todos debieron pasar antes por las duchas para sacarse la pintura y el barro.
