La obesidad infantil y adolescente es una enfermedad fácil de diagnosticar, difícil de tratar y con mal pronóstico, advirtieron especialistas, por lo que presentaron una guía para el abordaje de la patología en la que destacaron la importancia de la actividad física.
Los expertos manifestaron que cuanto antes aparece la enfermedad más difícil es su tratamiento y afirmaron que debe implementarse un plan de alimentación hipocalórico en forma moderada, con actividad física y educación alimentaria para el paciente y su familia.
‘No se recomiendan dietas de muy bajo valor calórico, ya que estas no sólo provocan rebote, es decir que ganan peso rápidamente al suspender el tratamiento, sino que, además, esta población está en una edad de plena evolución y se corre el riesgo de que no sólo pierdan tejido graso sino también muscular‘, explicó la directora de la Carrera de Nutrición Pediátrica de la Facultad de Medicina de la UBA y médica del Hospital Elizalde, Olga Ramos.
Los expertos de la Sociedad Argentina de Nutrición consideraron que un buen plan de alimentación es el que se puede sostener a lo largo del tiempo y al que la familia del paciente pueda adherirse.
‘Lo ideal es que cumpla con las siguientes proporciones diarias: 50% de hidratos de carbono, 20% de proteínas (con predilección por las de origen animal) y 30% de grasas.
Las proteínas de origen animal (carnes rojas en general, pollo, pavo, pescado, mariscos, huevos, todo tipo de lácteos) son una fuente clave de nutrientes. Permiten a las células mantener su integridad, defenderse de agentes externos, reparar daños, etc.
Los alimentos ricos en hidratos de carbono son (cereales y derivados, legumbres, tubérculos…) cuya misión principal es la de aportar energía al organismo para que pueda desarrollar de forma adecuada todas sus funciones.
En tanto las grasas, son la principal fuente de energía ya que proporciona los ácidos grasos, llamados esenciales que son imprescindibles para mantener con vida las células. Otra función muy importante es la de procurar que la comida sea apetitosa y su sabor adecuado y, por último, activar el dispositivo de saciedad para detener el acto de comer.
La grasa vegetal se encuentra en los aceites de oliva, girasol, maíz, en las aceitunas y los frutos secos. La grasa de origen animal la encontramos en la carne roja, la nata, las mantequillas, la crema de leche, la mayonesa y la manteca de cerdo, así como en la pastelería y la bollería industrial.
Reducir las porciones
La pediatra Olga Ramos destacó que si se ‘mantienen las proporciones indicadas, lo que hay que hacer es reducir la cantidad de lo que se come, es decir las porciones‘. ‘Nosotros decimos: no hay alimentos prohibidos, sino que algunos no conviene ingerirlos con frecuencia. La palabra ’prohibido’ no tiene que existir. Al niño hay cosas que no le convienen y lo mejor es tratar de explicarle el por qué. El médico no debe ponérselo en contra‘, explicó la especialista.
Asimismo, destacó la importancia de la actividad física en el abordaje de la obesidad infantil y adolescente, al expresar que ‘hay que adaptar el tipo de ejercicio a las posibilidades físicas, emocionales y económicas del chico.
Ramos advirtió que en la actualidad los niños y adolescentes ‘tienen menos posibilidades de actividad física por distintas razones: inseguridad, padres ausentes por trabajo y facilidades tecnológicas que favorecen el sedentarismo, como la televisión, computadora y tablets‘.
