Un chorro de agua que salía de la punta de una escoba gigante, no tuvo piedad con los espectadores. La bruja, casi tan alta como los eucaliptus que bordeaban la calle, acaparó todas las miradas. Mientras, una veintena de brujitas bailaban al son de la batucada. Fue el primer carruaje que surcó el acceso principal del departamento. Es por eso que regresar seco a casa fue un desafío para los que fueron a Ullum el sábado pasado. Fue como volver a los carnavales de antaño, donde abundaron las mascaritas que desplegaron sus dotes actorales y los chicos improvisaron pomos con las botellas plásticas de gaseosa. Esto sucedió en la 9na edición de la fiesta "En Ullum están chayando". Hubo más de 6.000 personas.
El ritual de la chaya volvió al departamento durante dos días. El agua abundó por la siesta, mientras que la espuma fue la protagonista de la noche. Verdaderas batallas entre vecinos se libraron en medio de la calle y no importó la hora ni el atuendo. El aroma a choripán y las batucadas y murgas entrando en calor entre los parrales, fueron testigos de una noche larga y mojada. La gente comenzó a llegar al lugar antes de las 22. Tuvieron que esperar al menos tres horas para que el primer carro hiciera su aparición. Sin embargo, lejos de que la espera fuera una molestia, la previa se trasformó en un ritual que sirvió para entrar en clima.
Nadie se libró de algún chorro de agua, ni de los ataques de espuma. Aunque la verdadera chaya fue por la siesta. La batalla chayera nocturna no sólo sirvió para apaciguar el calor. Fue una especie de precalentamiento para la fiesta que se vino poco antes que despuntara el Sol. Las chicas contra los chicos. Los chicos contra las chicas. Cada ataque con espuma significó un juego de seducción. Y cuando se vino la fiesta, las parejas ya estaban armadas. Lo único que faltó fueron las ramitas de albahaca.
En pocos minutos, la calle principal de Ullum se transformó en un corsódromo. Las murgas aparecieron con todo su esplendor, coordinando pasos e instrumentos. Caderas que meneaban, pies que se entrecruzaban y tambores que marcaban el ritmo. No hubo bailarina que terminara el recorrido con el cuerpo seco. De hecho, las chicas con diminutos vestuarios brillantes, fueron el blanco preferido de los que tenían espuma o agua a mano.
Como la tradición lo indica, no hubo enojo. Cada chorro de agua fue recibido con hidalguía. Fue parte del ritual de carnaval, que este año se adelantó en Ullum.
