Al padre Enrique, en la villa Chaparro, Santa Lucía, monseñor Delgado se le apareció hace unos días en la parroquia. En otra circunstancia, la llegada del arzobispo de San Juan al lugar hubiese significado, por lo menos, una celebración propia de su investidura. Pero Delgado llegó en su bici, con el casco puesto y sin avisar, tan sólo para saludar. Quienes lo conocen, dicen que eso pinta de cuerpo entero a Alfonso Delgado (68), quien el próximo lunes cumplirá 25 años como obispo, los últimos 11 en San Juan. Y en días que son de balance, monseñor mostró su lado íntimo al recordar su niñez en su Rosario natal, los tiempos en los que buceaba, a su hermano desaparecido en la dictadura y confesó lo que muy pocos conocen: "Hasta los 21 años, estaba convencido de que nunca sería sacerdote, sino que iba a vivir de lo que ganara como agrimensor".
Fue un 25 de abril de 1986 cuando, como dice Delgado, le "cayó la pedrada": lo nombraron obispo. "Me sorprendió, porque así como nunca pensé ser sacerdote, menos aún pensaba ser obispo. Pero, como dicen ahora, es lo que hay", cuenta sonriendo. Y es que Alfonso recién a los 21 años se dio cuenta que quería ser sacerdote. A punto de recibirse de agrimensor, entre el gremialismo universitario, el club de radio, el de natación y la Acción Católica, conoció el Opus Dei. Y cambió su vida. "Hasta entonces, estaba convencido de que nunca iba a ser sacerdote, que mi vida iba a ser otra, que iba a vivir de lo que ganara como agrimensor. Pero el Opus Dei me ayudó a integrar mi trabajo, mi estudio, mi familia y mis actividades, que parecían de otro mundo, con mi vocación de fe. Descubrí que todo eso era el camino para encontrar a Dios", relata. Se recibió de agrimensor en 1963 y al año siguiente comenzó sus estudios sacerdotales, primero en Argentina y luego en España, donde se ordenó en 1970.
Detrás de este hombre canoso, de ojos celestes y hablar pausado, se esconde un fanático de la naturaleza, del aire libre, que en vez de descansar prefiere subir un cerro, cruzar una cordillera, tirarse a una pileta pública con patas de rana o caminar rezando un rosario antes de irse a dormir. "Me siento cómodo cuando no tengo un techo sobre mi cabeza. Siempre me gustó el aire libre y apenas vine a San Juan, vi un cerrito y lo subí. Y mientras pueda, voy a seguir subiendo", cuenta Delgado, quien ya cruzó la cordillera de Los Andes a pie y escaló varios cerros, además de que él mismo oficia las tradicionales misas pascuales en las Sierras Azules.
De inventor a nadador
Al Alfonso niño le gustaba el fútbol, era hincha de Newell’s (pese a que su papá era de Rosario Central, su clásico rival) y a medida que fue creciendo, le picó el bichito de inventar cosas y arreglar los desperfectos hogareños, especialmente los de electricidad. Una vez, la radio familiar no captaba bien las emisoras y Alfonso inventó una antena. "Me salió tan bien, que enganchábamos todas las señales de onda corta", recuerda. Años después, fue parte de un club de radioaficionados.
A los 18, con sus amigos creó el "Círculo Rosario de Actividades Subacuáticas". Un nombre, como cuenta, demasiado pretencioso para apenas cinco miembros, que adaptaban equipos de aire y teñían de negro los "ositos" de algodón (tipo pijamas) para aparentar trajes de buceo. "Al tiempo conseguimos unos equipos de aire muy buenos y para pagarlos creamos una empresa con un nombre más pomposo aún que el del club: le pusimos Compañía Argentina de Trabajos Subacuáticos. Así que nos dedicábamos a rescatar cosas del fondo del agua en el puerto de Rosario. Fue una linda época", rememora.
Hoy Delgado vive en la planta alta del Arzobispado, por calle Mitre. Se levanta temprano y desayuna bien, porque sus almuerzos son livianos. Dice que le gusta comer de todo, pero que aprecia las comidas simples. Austero, en su gran habitación apenas hay una cama de una plaza y un escritorio. Es ordenado, lector voraz de literatura religiosa, no sólo en español, sino también en italiano e inglés (también habla un poco de alemán, ya que su abuelo materno nació en ese país).
Su papá era Alfonso Patricio Delgado, contador público, quien murió en 1976, y su mamá se llama Elba Evers, quien tiene 93 años y vive en Rosario. Monseñor tiene una hermana melliza, María del Rosario, mientras que sus hermanos menores son Patricia, Elba, Pedro Pablo y Patricio. Pedro Pablo era militante y es uno de los desaparecidos de la dictadura. "Su desaparición se produjo al año siguiente de la muerte de papá. Fue muy duro, especialmente para mamá. Entonces, sólo le pedimos a Dios que pudiéramos perdonar, que pudiéramos matar el rencor con el perdón. Y Dios nos ayudó", confiesa.
A punto de cumplir 25 años como obispo, monseñor Alfonso Delgado esboza un pequeño balance. "Por donde lo mire, es positivo. Sólo puedo decir que le doy gracias a Dios", asegura.
