"No se muere el que canta, se eterniza en la música, compañero el silencio, no podrá con la hondura, de tu voz en el alma, de tu voz en la lucha…", dice el poema que le escribió su amiga Teresa Parodi, y que -junto a otros mensajes de despedida y congoja, pero también de agradecimiento- se multiplicaron el el Facebook de Los amigos del Chango, la orquesta de cámara con la que tocaba, hasta que llegó su hora, ayer por la mañana. A los 73 años, tras lidiar con una enfermedad pulmonar que obligó su internación el fin de semana pasado, murió Juan Enrique Farías Gómez, el Chango; todo un ícono de la música popular argentina y cuyos ideales también defendió durante cuatro años desde su banca de diputado. Allí llegó en 2003 -cuando lanzaba su primer disco solista- como militante peronista. "Vocación" -diría él- que durante la presidencia de Carlos Menem le había deparado el cargo de director nacional de Música, en el que se desempeñó hasta 1991, función durante la cual creó el Ballet Folklórico Nacional, con Norma Viola y "el Chúcaro" Ayala.

"La música, el repertorio, tiene que ver con lo que cada uno piensa, con una mirada de lo que pasó. Y en ese sentido siempre expresa una ideología", sostenía el artista, nacido en Santiago del Estero, en el seno de una familia de músicos -sus padres fueron el famoso Enrique "Tata" Farías Gómez y la compositora "Pocha" Barros- que se mudó a San Telmo (Buenos Aires). Allí, a los 16 años fundó su primer grupo, Los Musiqueros, junto a Mario Arnedo Gallo y Hamlet Lima Quintana. Luego vendrían Los Huanca Hua (que en los "60 revolucionaron con la polifonía y el uso de onomatopeyas, y donde compartió también con sus hermanos, el ya fallecido Pedro y Marian, que reemplazó a Hernán Figueroa Reyes); el Grupo Vocal Argentino (1966) y a la vuelta de su exilio en España -que duró desde 1976 a 1982- el reconocido combo Músicos Populares Argentinos (MPA), con el que en los "80 visitó San Juan (junto a Peteco Carabajal, Rubén Insaurralde, Jacinto Piedra y Verónica Condomí, y donde usaron instrumentos inusuales para el folclore, como la batería o el bajo eléctrico).Y en los 90 sumó a La Manija, en paralelo a sus actuaciones solistas o junto a otros grandes.

La reinstauración del feriado de Carnaval -suprimido del calendario por la dictadura militar- y el Primer Encuentro Nacional de la Música fueron otras de sus obras como funcionario. Pero sin dudas, lo que caló hondo en el ruedo telúrico fue su legado musical, que transitó entre el compromiso y esa incansable búsqueda de nuevas melodías, de renovación del folclore, un sello con el que marcó a varias generaciones.