"¿Cómo es posible que un ignorante como Hitler pueda gobernar Alemania?”. Esta frase no es antojadiza. La formuló Karl Jaspers a Heidegger en junio de 1933. ¿Y qué respondió el filósofo de la Selva Negra? "La cultura es del todo indiferente… basta con observar sus maravillosas manos”. Y no es lo único. El 3 de noviembre de ese mismo año, en ocasión del referéndum popular para el apartamiento de Alemania de las Sociedad de las Naciones, escribió en su "Mensaje a los estudiantes alemanes”: "Estudiantes alemanes! La revolución nacionalsocialista comporta nuestro pleno compromiso de nuestro ser alemán (Dasein). Que las reglas de vuestro ser no sean ni fórmulas doctrinales ni "ideas”. El Führer mismo, él solo, es la realidad alemana de hoy, y también la del mañana”.
El 21 de abril de 1933, el autor de "Ser y Tiempo” viene elegido rector de la Universidad de Friburgo. El 1º de mayo hace su ingreso, de modo bastante "teatral”, en el Partido nacionalsocialista. Y cuando Robert Wagner, responsable de la deportación de los opositores al campo de concentración de Heuberg, cerca de Friburgo, es nombrado gobernador del Reich, el rector de la Universidad de Friburgo le envía un caluroso saludo de felicitación.
Otra expresión de cercanía al nacionalsocialismo, fue cuando Heidegger pronuncia su discurso de asunción de rector, el 27 de mayo de 1933. Introduce el "principio del Führer” en la Universidad de Friburgo, apropiándose de funciones que antes compartía con el senado de docentes ordinarios.
Finalmente, para las vacaciones natalicias de ese mismo año, Heidegger envía un mensaje de admonición a los docentes, en el que afirma que el fin de su gestión es la "radical transformación de la educación científica a partir de las fuerzas y de las exigencias del Estado nacionalsocialista. El singular vale poco. El destino de nuestro pueblo en su Estado vale todo”.
El pensador argentino Juan José Sebreli en su crítico libro "El olvido de la razón”, juzga el año de rectorado al frente de la Universidad de Friburgo como un año de intensa agitación política: "A las directivas nazis, cumplidas puntualmente -uso de la esvástica en la solapa, saludo ritual al comienzo y final de las clases-, agregó ceremonias de su propia iniciativa: impuso a los estudiantes instrucción militar y en un gesto arcaizante restableció los duelos a espada”.
Nos preguntamos: ¿Cómo un hombre brillante pudo caer en estos errores? ¿Cómo no condenó el holocausto judío? ¿Por qué no hubo retractación? Hasta el genio de San Agustín hizo algunas retractaciones, guiado por el amor a la verdad.
"Los devotos del pensamiento del último Heidegger tienen que afrontar el hecho de que el mundo -o no-mundo- del Holocausto tendría que haber sido para él un acontecimiento, pero no lo fue” decía el teólogo judío Emil Fackheim.
Como expresara el fallecido Franco Volpi, conocedor profundo del filósofo de la Selva Negra: "La vida y la obra de Heidegger, como se sabe, se hallan cubiertas por una sombra: en 1933 adhirió al nacionalsocialismo y, aunque fuese sólo momentáneamente, puso su genio filosófico al servicio del Mal. Para algunos fue un error fatal pero transitorio, para otros, el indicador de una contigüidad más profunda entre algunos elementos de su pensamiento y la ideología nacionalsocialista. Un signo, como fuere, de una imperdonable necedad política para un pensador de su calibre”. Hasta Bultmann intentó arrancarle un arrepentimiento y no lo consiguió. "No alcanza a entender la profundidad de su error de una época. Por ello, no había en él auténtica transformación, sino más bien un juego de proyecciones y de ocultamientos”.
Era pobre y reducida su ética (cosa que tampoco lo exculpa de todo). Muy probablemente rica su ontología. Pero, sin invalidar en nada el brillo de su pensamiento y la profundidad de su filosofía, cometió un pecado de omisión que no encuentra explicación alguna, y significa una cierta complicidad personal con la oscuridad y el horror.
(*) Vicerrector de Formación de la Universidad Católica de Cuyo.
