El mayor de los Bravo fue el más parecido al último caudillo sanjuanino, siguiendo sus pasos no sólo en la embajada de Argentina en Rusia, sino también en la vida y en su trato con los más humildes. Así lo recuerdan tanto dentro como fuera del partido, como el prototipo del hombre bloquista, mostrando cuerpo y alma cantonista en la militancia y como una persona de códigos. Marcado desde que nació por la política, logró heredar el respeto y el carisma que su padre tenía como líder y encarnó, incluso desde la distancia, el manejo del partido de la estrella en momentos decisivos, sobre todo como impulsor del histórico acuerdo entre el bloquismo y el justicialismo que defendió con uñas y dientes hasta sus últimos momentos.