Lo que dijo Clinton a banqueros de Wall Street es parte de miles de correos robados del buzón electrónico de John Podestá, presidente de la campaña de Hillary, y revelados por Wikileaks con posible ayuda del gobierno ruso, según funcionarios estadounidenses. La campaña de Clinton dice que Wikileaks está ayudando abiertamente a Donald Trump.

Una de las revelaciones que Wikileaks y la campaña de Trump presentan como más vergonzosa para Clinton fue su declaración sobre el libre comercio en un banco brasileño en 2013. Según Wikileaks, Clinton dijo: ‘Mi sueño es un mercado común hemisférico, con libre comercio y fronteras abiertas, en algún momento del futuro”. Agregó que ‘necesitamos un plan concertado para aumentar el comercio hemisférico”, y que ‘tenemos que resistir el proteccionismo”.

¡Bravo! No podría estar más de acuerdo. Esa ha sido la posición de los presidentes republicanos y demócratas desde Ronald Reagan hasta George W. Bush. Y es una postura que también ha sido asumida por Obama, quien apoya el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, que facilitaría el libre comercio entre Estados Unidos y 11 países de Asia y América latina.

Clinton no dice eso en público. Desde que ella dio ese discurso en privado hace tres años, Fox News y la campaña de Trump han convertido las palabras ‘fronteras abiertas” en un sinónimo de destrucción, crimen y terrorismo. Clinton tampoco habla mucho a favor del libre comercio porque teme perder votos en estados industriales como Ohio. Durante su segundo debate, Trump repitió la aseveración de que el Tratado de Libre Comercio entre EEUU, Canadá y México (NAFTA) ‘es quizá el acuerdo comercial más desastroso de la historia mundial”.

En rigor, NAFTA ha sido en gran parte un éxito para los tres países. En primer lugar, aunque algunos empleos manufactureros estadounidenses fueron trasladados a México, se crearon otros, mejor pagados, en Estados Unidos. Las exportaciones de EEUU a México hoy día respaldan alrededor de 6 millones de empleos estadounidenses. En segundo lugar, los empleos fabriles de EEUU seguirán desapareciendo en gran medida por la automatización, y no por México. Tratar de restaurar esos empleos de la década de 1950 en lugar de crear nuevos y mejores es una ilusión política.

En tercer lugar, si Trump implementara su propuesta de imponer impuestos del 35 al 45 por ciento a las importaciones procedentes de México y China, sus medidas proteccionistas provocarían una guerra comercial. La última vez que hubo una guerra comercial a nivel global fue en 1929, y su resultado fue la Gran Depresión. En cuarto lugar, si no fuera por NAFTA, México sería más pobre, y más mexicanos tratarían de cruzar la frontera. Por otro lado, habría mucho menos inmigración ilegal si un nuevo acuerdo comercial facilitara las cadenas de suministros industriales que beneficiara a todas las partes, y convirtiera el continente en un centro de exportaciones hacia el resto del mundo.

Cuando estas elecciones terminen, y esperemos Trump pase a la historia como lo más cerca que estuvo Estados Unidos de convertirse en una república bananera con su propio autócrata narcisista, Washington debería revivir la idea de un acuerdo de libre comercio hemisférico. Nada de esto es políticamente correcto en estos días, en medio del populismo aislacionista de Trump y del voto del Brexit en Gran Bretaña.