El gusto por el cultivo fresco recién cosechado, siempre a mano, es algo que una vez experimentado, se vuelve difícil de abandonar. La lechuga fresca, los ricos tomates con el sabor incomparable, suelen dejarnos ese placer de lo propio, de nuestra tierra. Por tal razón es que veremos que no es nada complicado la elaboración de una huerta. Estudios médicos han demostrado la eficacia del consumo de algunas hortalizas en la prevención de diferentes tipos de cáncer. Una buena razón junto a tantos productos químicos que deben colocarle a los cultivos, es que cada vez son más los que siembran en casa.
Antiguamente la huerta estaba situada en un sector oculto y perdido del jardín, sin ningún valor estético. Hoy gracias a los nuevos conceptos en paisajismo, las vemos incorporadas al paisaje del jardín. Encontramos diferentes modelos, en distintos tamaños y formas, en un lugar de fácil acceso y con sol. Así surge la +cultura de la huerta+ como consecuencia de las necesidades y en busca de una vida sana. Así la provincia cuenta con el programa +Prohuerta del INTA+, con buenos resultados dando a las familias otra posibilidad.
La huerta nos conecta con la naturaleza y además reúne a chicos y grandes, mientras nos enseña que cualquier fruto se obtiene a partir del esfuerzo, la constancia y la perseverancia.
Cuándo y qué sembrar
La huerta puede producir todo el año, pero hay que diferenciar ciertos cultivos de acuerdo con la estación en que se siembran.
En otoño o a fines del verano: la siembra consiste en verduras de hoja (lechuga, espinaca, acelga), algunas de raíz (zanahoria, remolacha), coles (brócoli, coliflor, repollos). También arvejas, habas, cebollas, ajo, hinojo, etc. la cosecha de ellos se hará en invierno, hasta entrada la primavera.
En primavera cuando los cultivos de invierno comienzan a decaer, será el momento preparar la tierra para las siembras de verano. A comienzos de la primavera se siembran chauchas, pimientos, berenjenas, tomates, zapallitos, zapallos, porotos, sandías y también algunas verduras de hojas que pueden cultivarse todo el año (acelga, lechuga, radicheta).
Algunos se cultivan todo el año como: acelga, apio, escarola, hinojo, lechuga, nabo, perejil, rabanito, radicheta, remolacha, salsifí, zanahoria, recula). Recuerde que tanto el frío intenso (7º C) como el calor excesivo (30º C), impiden la germinación.
Planificación
Ubicación: La elección es fundamental, esto determinará el éxito de nuestra huerta.
El sol deberá estar presente al menos 6 horas diarias, sin árboles alrededor. En el campo se puede elegir un lugar más protegido, por cuidado a los vientos y heladas. Se requiere de un buen drenaje, evitar los lugares bajos, al menos necesita 40cm. de altura en la tierra. Elija un lugar plano para evitar la erosión del suelo. Debe haber buena circulación de aire. Debemos tener presente el riego, ya que se necesita un riego diario sobre todo en verano.
La cercanía a la casa de la huerta es otro punto a favor.
Dimensión y diseño: Este punto depende del lugar con que contamos, ya sea en casa, en la finca, o en el campo. Un pequeño rectángulo resultará muy rendidor si lo planificamos con inteligencia. Por ej. Un rectángulo de 6 metros cuadrados podrá proveer a una familia con verduras frescas, mientras que una huerta con cultivos de verano (tomates, berenjenas, zapallo, zapallitos, choclo, melones) requerirá una superficie de al menos 100 metros cuadrados para ese mismo grupo familiar.
En cuanto al diseño podemos afirmar que resulta un lugar muy atractivo, y no tiene porque quedar en un rincón oculto, sino por el contrario puede pasar a formar parte del diseño de nuestro jardín y además puede llegar a tener hasta un diseño atractivo.
Suelo: Este es el segundo punto clave de la construcción de una huerta. Sabemos que suelo pobre plantas débiles y enfermas, suelo rico plantas fuertes, sanas y productivas. Por eso debemos preparar el suelo con dos a tres meses antes de sembrar. Los trabajos de roturación, punteado y limpieza pueden hacerse con los intervalos necesarios para que la tierra se oree y se descomponga el material orgánico incorporado. La primera tarea es desmalezar el lugar, para ello se puede colocar un herbicida total tipo Glifosato que no tiene efecto residual. El terreno debe quedar y mantenerse libre de malezas. La roturación de la tierra se hará a unos 20cm. de profundidad con pala o motocultivador. En lo posible realizar un análisis de suelo, así sabremos el pH y los minerales que componen nuestro suelo. El agregado de materia orgánica al suelo resulta infaltable a la hora de aumentar los frutos. Pueden ser estiércol de caballo, o vaca seco, humus de lombriz, mantillo o compost, resaca de río, cama de champignon. También puede incorporarse arena gruesa o turba para alivianarlos. Sabemos que los abonos orgánicos es lo ideal y más sencillo, pero no podemos dejar de mencionar las fórmulas químicas que se componen de proporciones muy justas para el enriquecimiento del suelo. Para ello lo mejor es el N (nitrógeno) P (fósforo) K (potasio). Recuerde que estos aportan nutrientes pero no mejoran la estructura del suelo.
Riego y drenaje: Es el tercer punto clave del éxito de la huerta. Debe tener un buen riego y por lo tanto un buen drenaje, es decir las plantas deben plantarse en surcos elevados 30 a 40 cm. de altura así obtendremos un buen drenaje.
Siembra: Lo más importante es contar con semillas frescas. Luego consideramos como temas claves la temperatura (la época) la cama o el sustrato de siembra y el riego. Los métodos de siembra son diversos, y todo dependerá de la época, el clima, la época del año, el tipo de cultivo y el espacio disponible. Hay cultivos de verano y de invierno, por lo lógico hay dos épocas de siembra: primavera y otoño. Encontramos cultivos de todo el año como (lechuga y zanahoria) y cultivos perennes (alcauciles y espárragos).
Abonos
Si estamos ante un buen suelo, en una ubicación soleada, y con buen drenaje, solo queda por eliminar los yuyos, malezas, gramillas, para el sector de la futura huerta.
Los abonos para mejorar el suelo pueden ser orgánicos e inorgánicos. Los orgánicos son: estiércol de caballo o de vaca, humus de lombriz, compost, resaca de río, mantillo, entre otros. Los abonos inorgánicos son los fertilizantes químicos que se colocan según indicación del marbete. Estos tienen la seguridad de recibir las cantidades adecuadas. Ellos son: Nitrógeno (N) Fósforo (P) Potasio (K). Dentro de los fertilizantes químicos encontramos dos tipos: Los líquidos, que son absorbidos más rápidamente por las plantas y los aperdigonados, dentro de los cuales están los de liberación lenta, que aseguran un aporte paulatino.
