Varias veces hemos hablado de la crisis por la que pasa la juventud y con ella la educación. Un editorial de DIARIO DE CUYO del 21 de agosto pasado menciona la opinión de expertos sobre la incidencia de la falta de valores en los alumnos en el proceso de enseñanza. El tema hoy tiene la gravedad como para provocar la reacción del sistema educativo con la urgencia que los tiempos reclaman. Quienes participamos de la noble tarea docente no podemos permanecer indiferentes ante esta situación, el abandono de la escolaridad, la incursión de jóvenes en adicciones que ya crea alarma, sin que se vea una reacción en los responsables de esos jóvenes que llegue hasta la escuela, a fin de programar junto con los docentes medidas que ayuden al alumno a salir de esa situación. Se necesita una comunicación fluida entre los docentes y la familia del educando, porque no puede haber resignación ni abandono ante las características de este nuestro tiempo. Sabemos que la escuela se enfrenta con influencias negativas mediáticas que parecen no tener control, que instalan en la mente joven un concepto de "etapa juvenil" que se traduce por irresponsabilidad, facilísimo, distracción que impide pensar. Además hoy se advierte la huida de la realidad mediante adicciones, entre ellas alcohol y tabaco. La dificultad en algunas familias, en los vínculos que tenía la tradición entre padres e hijos, crea el clima favorable a la captación juvenil por parte de un aparato comercial que los encuentra indefensos. A eso se suma la facilidad actual con la que puede actuar un aparato publicitario que instala temas en la cotidianidad, modas o pautas consumistas. Se forman hábitos que evidencian la falta de valores, búsqueda de distracción como la "fiesta juvenil" que caracteriza el fin de semana, con una especie de ritual, la "previa" alcohólica antes del baile. Eso lógicamente significa un problema para la escuela, hasta puede ocurrir que ésta no asuma esa carencia valorativa, con lo que la situación de indefensión de la juventud se agrava.
Pensar una respuesta a esa situación desde la educación hoy no admite postergación. Hay un plan actual de mejora institucional, pero un sistema mejorado va a seguir enfrentado a esa falta de ideales nobles y a la avidez que comercializa sueños juveniles.
Un intento de solución. Frente a esa comercialización es necesaria otra oferta a la juventud que contenga ideales que interpreten su verdadera capacidad juvenil, la aspiración a la nobleza, a la verdadera amistad, al bien; la familia es un lugar privilegiado para instalar esos ideales, la escuela que también lo es, tiene la posibilidad de aportar el conocimiento del alumno en la tarea de aprender, lo ve en sus dificultades y aspiraciones, aunque estas estén contenidas por la falta de estímulos.
Un pensamiento que ayude a entender. El joven sin ideales vive el hoy, sin proyección al futuro, se malogra así la posibilidad de crecer y encontrarse a sí mismo, en su verdadera capacidad. Una frase de Ortega y Gasset expresa eso, "Vivir es algo que se hace hacia delante". El hoy, si no mira el futuro, se agota frecuentemente en distracciones pasajeras de lo que no queda nada. Los ideales nos proyectan hacia delante, cuando esos ideales son nobles nos proyectan desde lo que somos hacia lo que debemos ser.
Eso ayuda a entender la dificultad adolescente para concentrarse en el estudio, incluso para permanecer en la escuela, como si afuera lo esperara una fantasía paradisíaca.
Como conclusión puede pensarse por qué faltan ideales en la juventud, la maquinaria mediática no ayuda a instalarlos, debe pensarse eso en la familia, la escuela, en cualquier institución que pueda aportar algo a la educación.
