José, Martín, Antonio y Agustín, viven en el Barrio Kennedy de Santa Lucía y el sábado dijeron presentes en la Quebrada Rugiente. Tras comerse una buena choriceada y amenizarla con algunos vasos de fernet, llegó el momento del descanso. Complicado por las dimensiones del iglú en que tuvieron que pasar la noche. Es que el hábitat era para la mitad de personas que finalmente lo ocuparon, es decir dos. Ellos, igual, no se quejaron: “La idea es divertirse. No importa dormir todos apretados. En realidad, eso también está bueno”, definieron.
