Revelación divina o “cosa e’ mandinga”. En la casa donde Ester Guzmán vive con su marido y otros ocho de sus íntimos parientes, las aguas se dividieron cuando se apagaron las llamas que devastaron la precaria construcción y en una de las paredes de un dormitorio quedó plasmada la inefable imagen. Para la propia Ester es una virgen con el ‘Niño Dios’ en brazos: ‘Yo creo mucho en Dios, para mí es eso’, asegura, parapetada en sus acérrimas creencias religiosas. Sin embargo en el propio riñón familiar y para algunos vecinos que se agolparon con baldes y treparon los techos para ponerle un freno a esas llamas el domingo en la noche, se impone una interpretación muy reñida con el parecer de Ester: ‘San La Muerte’, le dijeron, convencidos, aquellos que creen ver el contorno de una capucha en lugar del característico manto eclesiástico y una guadaña más que una criatura.
La interpretación por mayoría de los que adivinan una figura diametralmente opuesta a la de Ester y otros pocos, no espanta de todos modos a la dueña de casa: ‘Muchas veces me quedé sola y siempre estuve tranquila’, asegura, firme. Sin embargo algo de lo inexplicable parece meterle ruido en su análisis de la situación: ‘Veníamos escuchando ruidos en el techo y pensábamos que eran gatos, pero ahora no sé si tendrá algo que ver con esto’, vacila.
El fenómeno, por ahora, quedó circunscripto a un puñado. En el vecindario de la Villa Constitución, en Pocito, las ocupaciones y preocupaciones siguen siendo otras.
Incluso Ester ya se mostró dispuesta a eliminar cualquier curiosidad colindante: ‘Yo pensaba que se iba a borrar pero todavía está ahí, igual la vamos a sacar, hay que limpiar para ver cómo rearmamos la casa. Acá vivimos 10 personas y tenemos un solo aire acondicionado, el de mi pieza, y acá se me vienen todos’, dijo ayer.
Es así porque el fuego destruyó otro acondicionador de aire, el de su hijo y su familia, y para el renacimiento de la construcción fue necesario eliminar gran parte del viejo tendido eléctrico.
Y levantar otra vez su casa es, sin dudas, la cosa más preocupante para Ester, que ayer esperaba tener parte del problema resuelto pero no había conseguido más que algunos palos, un par de colchones y un ropero.
