Es cierto, ganó y punto. Mejor dicho, ganó y tres puntos. Y eso es lo que realmente importa en esta impiadosa lucha por llegar al Mundial de Sudáfrica, el año que viene. Para muchos, los merecimientos importan. Para otros, los más matemáticos, la frialdad de los números van más allá de los destellos cualitativos que puede engendrar este grupo de virtuosos que han sido elegidos por Maradona.
El seleccionado argentino le ganó a Colombia. El partido tuvo momentos favorables para los dos, aunque en el conteo general, el visitante creó las situaciones más claras. No las hizo y Argentina marcó la suya. Por eso tanto vale aquello de que "los goles no se merecen, se hacen". Y en ese vaivén de sensaciones, el trámite tuvo tres momentos, a saber:
1. Dominado
La Argentina arrancó marcando terreno. Se le fue al humo al arquero visitante. Dominó la pelota en el medio y se mostró ofensivo. Pero no tuvo profundidad y eso se le fue quitando fuerza anímica y, de paso, ideas. Entonces esa supremacía fue un espejismo. Duró poco más de 10 minutos. Porque Colombia, abroquelado, aguantó el temblor y de a poco fue haciendo lo suyo. Salida rápida, toque corto y velocidad posicional. En lo que siguió hasta el final de la primera etapa, los dos se dividieron la pelota. Y la visita fue más punzante en el ataque.
2. Oportunismo
El equipo de Diego entendió que jugando así, no iba a ningún lado. Entonces, con el cambio de actitud como bandera, volvió a dominar los hilos estratégicos. Eso sí, sin lastimar. Pero llegó un momento cumbre con el gol del Cata Díaz y la historia quedó sellada. Porque, amén de los merecimientos, la puñalada mataría definitivamente al rival.
3. Dudas
El último segmento de nuevo le dio fuerza al seleccionado cafetero que otra vez se llevó por delante al local y casi empata. Pero no lo hizo y, para la Argentina, eso es lo importante. El equipo de Diego no jugó bien. Está visto que los tres petisos habilidosos necesitan tener respaldo en el medio para que la pelota les llegue arriba. Sólo Mascherano es el que lo entiende, abriendo juego. Y, en defensa, el técnico tendrá que pensar bien cómo la arma, porque, con tres o con cuatro, los problemas siguen apareciendo peligrosamente.
